Me encanta comprobar la teoría de la evolución en mis propias venas. Me complace ver como mis retoños me superan en gran cantidad de temas.
Sin ir más lejos, a mi me apasiona leer. Mucho. Recuerdo que mis padres me reñían porqué me encontraban leyendo en cualquier rincón de casa, obviando los quehaceres domésticos. Pero tenía un talón de Aquiles: cuando me subía a un coche, no podía leer una línea de un libro sin marearme. Mucho. Ya sin la lectura, mis viajes en coche eran un martirio, vomitaba si eran largos (entiéndase por largos más de una hora y media de trayecto), con lo cual, siempre que probaba de leer, mis trayectos eran infernales. Pasé mi infancia y adolescencia con trayectos en coche mareada, con la ventanilla abierta para que el aire me refrescase mi mente enturbiada. Y sin poder leer una línea del libro que en aquellos momentos ocupaba mi actividad cerebral.
A mis hijos les apasiona leer. Mucho. Y con la mejora genética, puedo asegurar y aseguro que son capaces de leer dentro del coche horas y horas, sean cuales sean las condiciones. Hemos conducido hacia las White Mountains más de tres horas y mis hijos han pasado parte del trayecto leyendo; hemos conducido más de cuatro mil quilómetros en la costa oeste visitando parques naturales, y durante los largos trayectos, mis hijos han leído sus libros preferidos; llevo a mis hijos a sus actividades extraescolares, yo gritándoles porqué se han olvidado algo, o vamos tarde, o el tráfico está horrible, y mis retoños, haciendo caso omiso de su madre, leen sin rechistar, totalmente embriagados por una lectura donde no caben los lamentos maternales.
Si, reafirmo totalmente la teoría (en caso de que exista), de que la genética se mejora generación tras generación.
¿Otro ejemplo? Mi miopía es de las más altas conocidas. De pequeñita, cuando me metía en la ducha, era incapaz de distinguir la botella de litro del champú que tenía casi al lado.
Yo sufría por si mis hijos hubieran podido heredar esta miopía de su madre. Los llevo a revisiones periódicas, y los oftalmólogos me dicen que su visión es francamente buena. Y sin médico que me lo asegure, cuando me dicen "mira, mamá, un avión", señalando el cielo repleto de nubes donde yo no diviso nada, entiendo que mis hijos han vuelto a mejorar la genética materna. Doy fe de ello.
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