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Mostrando entradas de febrero, 2019

¿A qué hora quedamos?

¿Que a qué hora quedamos? Depende.   Aquí encontramos dos casos. De hecho, dos y sólo dos casos posibles. Imaginamos que nosotros hemos organizado una comida en nuestra casa. Caso 1 Quedamos con norteamericanos.  Normalmente quedamos para comer.  A las doce del mediodía. Si hemos acordado las doce, a las doce en punto suena el timbre de nuestra casa, y llegan unos americanos contentos, que te saludan con un abrazo no muy fuerte, se quitan los zapatos, los dejan en la entrada, te entregan una botella de vino, unas galletas y unas flores, y te preguntan dónde pueden dejar la ropa de abrigo. Mientras acabamos de preparar la comida, los americanos se sientan alrededor de la cocina, bebiendo una cerveza o un vaso de agua, normalmente, y con una conversación educada y divertida. Comida lista, y pasamos al comedor, donde continuamos con la conversación, mientras vamos saboreando algún plato típico, ya sea de aquí o de allí. Al cabo de dos horas, puntuales como un relo

European cuisine y Mediterranean salad

Siempre me ha fascinado comprobar que los americanos creen a pies juntillas que la ensalada que se prepara en toda la orilla del mar Mediterráneo es la misma. Como si los turcos, griegos, italianos, franceses, marroquíes, egipcios y muchos más países que me olvido, se hubiesen puesto de acuerdo para poner los mismos ingredientes en una ensalada única, la ensalada Mediterránea.  En la gran mayoría de menús de restaurantes americanos, ya sean de comida rápida saludable, o de más alta alcurnia, existe una ensalada consistente en queso feta, lechuga, aceitunas y poca cosa más, que en tierras de Massachusetts osan llamar ensalada Mediterránea. Así en plan general. Pero el otro día, su atrevimiento fue a más. Mientras conducía por la calle, cedía el paso amablemente, o me lo cedían a mi, escuché que un restaurante nada económico ofrecía exquisitos platos de la "Cocina europea" (European cuisine). Así. Con dos.  Como me costó salir de mi asombro, no recordé el nombre del rest

Contacto de emergencia

Si aún no te habías dado cuenta, te enteras de que vives fuera de tu patria cuando rellenas toda la documentación concerniente a la escolarización de tus retoños, y debes escribir el nombre del contacto de emergencia. Mi marido, claro está, es mi contacto de emergencia. No, ese nombre y apellidos ya los he rellenado en las casillas donde pone Father. Ejem... ¿Mis niños pueden ser contactos de emergencia? Pues va a ser que no, puesto que son menores, y además son los que tienen la emergencia, en su caso. ¿Pues a quién diantre meto como "Contacto de emergencia"? La primera vez que me sucedió parecido descalabre, me acordé de una vecina simpática que había visto el día anterior y que me había sonreído. Aunque no habíamos mediado ni media palabra, pensé que sería muy buen contacto de emergencia, ya fuese por proximidad a mi vivienda, ya porqué además sus hijos acudían a la misma escuela que mis niños.  O sea que me puse manos a la obra. Al día siguiente, hice gal

La dulce experiencia mamográfica

En Massachusetts, se recomienda a todas las mujeres mayores de cuarenta años que realicen una mamografía anual.   Como cumplo con este requisito desde hace ya bastantes años, tengo el inmenso placer de disfrutar de esta gozada una vez al año. Antes de empezar el relato de tan dichosa experiencia, debo decir, sin rintintín, que considero que las mamografías son una prueba útil para la detección precoz del cáncer de mama, y que no dejaré de realizarlas mientras tenga posibilidades de continuar. Y empiezo. - Recibo una carta del centro de salud recomendándome encarecidamente, y siguiendo las leyes de Massachusetts, que los llame para programar dicha prueba. - Los llamo. Tengo la increíble suerte de que una mujer ha rechazado la hora que tenía, y me la dan a mi. Tiempo de espera, menos de una semana. Estoy que salto de contenta. - Acudo puntualmente a mi cita. Entro en el centro de salud, y voy siguiendo los cartelitos que indican dónde van la mayoría de mujeres de más de cuar