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Mostrando entradas de agosto, 2016

Cuestión de fe

Mi café con leche me impidió entrar a observar el interior de la catedral de Saint Patrick, en la quinta avenida de New York, con lo cual decidí esperar tranquilamente a mi familia apoyada en una de las paredes de la entrada del templo, mientras sorbía tranquilamente el interior de mi vaso de papel. Me encanta observar a la gente anónima, así pues pasé un rato agradable viendo a la pareja asiática con una enorme bolsa de Louis Vuitton que salía de Saint Patricks cogidos de la mano; a la chica de dieciocho años que cuchicheaba cosas muy muy serias a su madre; a la mujer que no paraba de curiosear su teléfono sin darse cuenta de la belleza que había a su alrededor; al hombre con tesón aburrido mientras no paraba de echar la vista atrás, para comprobar que sus familiares le seguían. Y entre esa multitud, ELLA apareció de repente. Iba cargada con muchas bolsas de plástico, que asía frenéticamente a lado y lado de su cuerpo delgado y débil. Su vestimenta era oscura, por no decir comple

Superpoderes

Me considero afortunada. Considero que cualquiera que tenga una abuela con superpoderes debe sentirse afortunado. Y yo soy una de las personas que tienen una abuela con superpoderes . Lo supe enseguida, ya de muy pequeñita. Mi abuela era especial, puesto que: - podía jugar con nosotras hasta las tantas, sin quejarse ni cansarse nunca; - nos contaba cuentos y adivinanzas que captaban siempre nuestra atención, aunque los repitiera día si y día también; - nos curaba nuestros males (ya sea un dolor de barriga o un rasguño), con agua de tomillo; - nos alimentaba con comida sana, sin azúcares añadidos, y siempre era la comida más buena buenísima del mundo. Así pues, con una abuela con superpoderes de superjuegos, supercuentacuentos, superdoctora y supernutricionista, yo no podía estar más orgullosa y feliz. Pensaba satisfecha que era afortunada de tener una abuela como la mía, superespecial. Y llegaron mis niños, con lo cual mi madre se convirtió en abuela. En abuela sin superpo

Sabes que estás en America si...

Imagina que te levantas un buen día y no sabes donde estás. No reconoces la cama, ni la habitación, ni la casa, ni el vecindario. Tu única salida para averiguar dónde estás es salir a la calle en busca de signos conocidos.  Sales a la calle y - al cerrar la puerta de la casa, compruebas que ésta es de madera; - caminas y caminas metros y metros y más metros donde sólo divisas casas de madera, parecidas a la misma donde tu estabas al despertarte. Casas con jardín, sin una valla de separación entre los terrenos; - la gente te saluda con una sonrisa; - al querer preguntarles, descubres que ellos ya han desviado la mirada y continúan con su trayecto impasibles; - llegas a lo que parece el centro de un pueblo; - en los bajos de unas casas similares a todas las que has visto hasta ahora (aunque éstas se encuentran más juntitas las unas con las otras), hay unas tiendecitas viejas vendiendo objetos viejos y poco apetecibles para comprar; - divisas todo tipo de iglesias de toda