Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de agosto, 2019

Sonido de casa

Estoy en Massachusetts. Por la calle escucho inglés, principalmente. Estoy acostumbrada a ello, evidentemente. Lo tengo asimilado. Pero a veces, cuando escucho hablar mi idioma, no puedo dejar de saludar a quién lo está hablando. Porque estoy en Massachusetts. Y las oportunidades de hablarlo son escasas. Así que me acerco a ese desconocido o desconocida, y al cabo de un momento, ya somos menos desconocidos y más familiares. Y nos contamos la vida en un periquete, como si tuviésemos mucha prisa por hablar sobre nuestra experiencia, a quién quiera escucharla en nuestro idioma. Y nos conocemos de oído a la familia del otro, y nos pasamos los números de teléfono, para poder contactar en caso necesario, o simplemente por si nos apetece.  Si, es un ejercicio que me llena de alegría y de añoranza. Me encanta saber que ese ya no desconocido comparte sensaciones, que sabe cómo degustar un buen rape, que conoce el pequeño pueblo de dónde provengo. Y pregunto. Más preguntas. Sin cesar. Para

Necesidades encontradas

¿Qué necesitamos para ser felices? En Estados Unidos, como en gran parte del mundo que funciona mediante el consumismo, nos parece que seremos más felices si compramos muchas cosas bonitas. Muchas. Muchísimas. ¿Y en qué lugar puedes encontrar las preciosidades que, una vez en tu casa, no lucirán tan bonitas como pensabas?  Pues en Home Goods. La primera vez que pisé este macro espacio que destila romanticismo, buen gusto, necesidades primordiales encontradas y precios demasiado baratos par ser verdad, me quedé con la boca abierta. He sido una visitante asidua de este espacio, paseándome entre las estanterías cargadas de delicatessen italianas, jarrones de cristal polacos, platos portugueses y mantelería fabricada en China. Si, puedo encontrar de todo para decorar mi casa. Puedo incluso ornamentarla sin que se resienta estrepitosamente la cuenta corriente. Puedo llenarla y rellenarla de cosas preciosas. Pero, a veces, después de colocar un jarrón en aquél espacio vacío, me

A veces olvido

A veces olvido los placeres de mi tierra patria. Olvido que la gente pasea, de noche, por las calles que han sufrido el sol intenso durante el día. Olvido las fiestas del pueblo que invitan al jolgorio y a salir de una casa demasiado calurosa. A veces olvido que hay cine en la arena de la playa, o gospel en un escenario que albergará más tarde otros grupos con estilos diferentes. A veces casi no me acuerdo de los helados a medianoche, las risas en la calle, los bocadillos a orillas del mar. Y regreso a casa de vacaciones, y los sabores y los olores me vuelven a la memoria, y disfruto paseando con mi hermana y nuestros churumbeles, por unas calles abarrotadas de gente que precisa de alegría, y que acude sin falta a los eventos especiales de su ciudad.  A veces olvido que mi familia vive lejos de mi. Pero que cuando regreso, todo sigue igual como lo había dejado, y mis amigos de toda la vida continúan siendo mis amigos de toda la vida, y nuestras conversaciones son tan divertidas y