Junio. Tiempo para descubrir las habilidades artísticas de tu hijo, ya sea en forma de canto, o tocando un instrumento, o actuando en un festival. Mis retoños participan en la banda escolar, con lo cual, tuve la oportunidad de escuchar los sonidos que emergían de sus instrumentos. Pero el concierto no es sólo el momento en que tu hijo emite notas musicales. Hay mucho más. Lo cuento.
Tiempo de silencio
El día del concierto, llegué la primera al teatro de la escuela. Me senté, y observé a mi alrededor. A lo lejos, podía escuchar cómo los compañeros de mi hijo ensayaban, pero dentro del teatro, todo era paz y soledad. Hasta que llegó el segundo tiempo.
Tiempo de madres
Las madres llegan recién salidas de la peluquería, enfundadas en unos tejanos y con unos tacones atrevidos. Su tarea es árdua, puesto que deben reservar asiento para sus antepasados y para sus descendientes, es decir, para los abuelos y los hermanos del músico. Todo son sonrisas para con las otras madres, y se disputan, sin llegar a las manos, unos asientos preciados en las primeras filas. Cuando han seleccionado el mejor puesto, ellas se sientan y obligan a sus pequeños retoños a permanecer a su lado, esperando pacientemente al resto de la família.
Tiempo de abuelos
Los abuelos llegan al cabo de poco, arrastrando los pies, y acarreando una bolsa con una almohada dentro, que el abnegado viejecito acaba poniendo en la espalda de su esposa. La abuela interacciona con la madre, pero no el abuelo, que mira distraído hacia el escenario.
Tiempo de padres
Segundos antes de cerrarse las luces, aparecen los padres, atareados, y con su portátil, no llegue el caso que deban acudir raudos de vuelta al trabajo y perderse el espectáculo que está a punto de empezar.
Tiempo de la banda de jazz
El simpático profesor de música, vestido con un traje chaqueta demasiado grande, nos saluda, emite unos chistes, y presenta a la banda de jazz de la escuela. Nos comunica que es un buen momento para apagar los móbiles. Y la banda empieza a tocar sus notas. Impresionante. Me encanta. Escucho a unos niños de no más de catorce años tocar unos instrumentos de viento, con pasión, dedicación y alegría. Mucho mejor de lo que me esperaba. Un momento bonito e interesante.
Tiempo de la banda
Después del jazz, mi hijo y todos sus compañeros de la banda aparecen encima del escenario, acarreando cada uno su instrumento. Se sientan en las sillas preparadas, y miran, orgullosos y tímidos a la vez, hacia la platea, para poder divisar a sus padres. Yo agito las manos compulsivamente cuando veo que mi hijo dirige la mirada hacia el lugar dónde estoy, consiguiendo que enrojezca sus mejillas y desvíe la mirada como diciendo: "yo a esa señora no la conozco de nada."
Después de la presentación del profesor con traje chaqueta, los niños empiezan a desgranar notas musicales. Debo decir que desde que empezó a tocar en la banda, la musicalidad de mi hijo ha mejorado ostensiblemente, y del ruido que emitían el primer año, ha pasado a tocar unas canciones que son más que agradables de poder escuchar. Mientras, las mamás y los papás, teléfono en mano, van grabando el espectáculo, estupefactos al comprobar lo mucho que su pequeño retoño de antaño sea capaz de emitir tantas notas musicales sin desafinar.
Tiempo final
Aplausos, caras de orgullo, caras de satisfacción. Los niños se levantan de sus asientos y se meten detrás del escenario. Me siento bien.
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