Una de las cosas que aún siguen asombrándome de la gente de Massachusetts es su sistema de conducción.
Hace poco, en una sesión formativa en mi lugar de trabajo, nos pusieron un ejercicio. Nos juntaron en grupos de dos. Uno de nosotros representaba que era una persona que salía de su sesión en el gimnasio, la otra persona aparcaba el coche cerca de dónde la primera lo tenía aparcado, y lo abollaba. El ejercicio consistía en discutir la reacción de cada miembro del grupo ante esta situación.
La mayoría de mis colegas (es decir, todos menos yo), dijeron que estas cosas pasan, que las dos personas hablaban, se ponían de acuerdo, se daban los teléfonos y la información del seguro, y a otra cosa mariposa.
¿Cómorrrrrr?
Yo dije que en mi patria, tanto uno como otro personaje nos habríamos alzado la voz, y que después de fuertes improperios, habríamos hecho un parte, con suerte.
Esto también sucede en el sistema de cruces en las calles. Hay bastantes cruces, donde los coches pueden ir hacia delante, girar a derecha o a izquierda, es decir, es como una cruz. Enc ada uno de los cruces, hay una señal de Stop. Así, sin más. Ni semáfores, ni rotondas, ni nada de ná. Cuatro señales de Stop. ¡Qué bestia! Pensé yo, la primera vez que lo vi. En mi tierra patria, todos intentaríamos pasar los primeros, vociferando a los demás conductores por no pararse. Aquí en Massachusetts, es totalmente al contrario. Aquí se para todo el mundo. Todos. Los cuatro vehículos hacen un Stop. En serio. Y con paciencia, ceden el paso a sus congéneres. Todos quieren ceder el paso. Todos. Y yo, como soy la que tiene más cara, soy de las primeras que aprieto el acelerador, mientras los otros tres vehículos se quedan parados, esperando quién es el siguiente que decide arrancar.
Curioso. Muy curioso.
A veces, tanta amabilidad me da miedo.
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