"Mamá, en Easter ¿podremos hacer un egg hunt?"
Pues si, en casa las frases son como mínimo bilingües. ¿La traducción?
"Mamá, el dia de Pascua ¿podremos cazar huevos?"
Si, aquí en Massachusetts y en toda la América del Norte que yo conozco, los niños por Pascua se dedican a cazar huevos. Bueno, huevos de chocolate, dicho sea de paso.
Para cazarlos, se necesita seguir unos simples pasos:
Paso 1:
Como siempre, la aventura empieza en el supermercado. Hace ya alguna que otra semana, lo primero que te encuentras justo al entrar en cualquier supermercado son huevos de chocolate. De todas las medidas y colores. Grandes, pequeños y medianos, de color rosa, azul y verde. Envueltos de forma individual o en paquetitos económicos. Con lo cual, lo que tu haces es comprar un poco de todos, sin despilfarrar demasiado (que traducido al idioma masculino significa "compra totalmente innecesaria"). Y compras huevos pequeños y huevos en forma de conejo, huevos de chocolate y huevos con golosinas, pensando que tus peques se lo pasarán pipa tratando de encontrarlos. Ya en la cola para pagar te das cuenta que has comprado demasiados, pero no sabes cuales dejar; ¿los pequeños pero baratos? no, puesto que son eso, baratos. ¿Los caros pero preciosos? no, puesto que son eso, preciosos. O sea, que los pones todos en la cinta para que la cajera los ponga rápido en la bolsa y tus remordimientos de conciencia acaben pronto.
Paso 2:
Al llegar a casa, los escondes en un lugar donde sabes sobradamente que tus hijos nunca mirarán: ¡uno de los cajones de la cocina! Después de analizar con detalle los cajones, pongo todos los huevos en el cajón que no han abierto hasta la fecha.
¿Exceso de confianza? Pues si. Al día siguiente, si, justo después de un día de esconder los huevos en mi mejor escondite, mi mayor decide que quiere ayudarme en la cocina. ¡Nunca antes había propuesto tal ayuda!¡Nunca! Y, mientras me ofrece su ayuda con cara de ángel, ¡abre el cajón de mi escondite!¡Como si allí hubiera todos los utensilios que necesita para ayudarme!¡Arggghhhhh! Total, que para su sorpresa y mi decepción (decepción doble al ver la cara de mi marido mirándome en tono burlón y diciéndome "ya te lo dije"), mis hijos encuentran los huevos antes de lo previsto. Esto no es la caza del huevo tal como debía ser. Borro la sonrisa de la cara de mi hijo al decirle que cierre acto seguido el cajón y que encontrará los utensilios de la comida en otros armarios. No consigo borrar la sonrisa burlona de la cara de mi marido.
Paso 3:
Me levanto el viernes por la mañana antes que mis churumbeles. Intentando hacer muy poco ruido, escondo todos los huevos de chocolate por toda la casa:
- detrás de las cortinas,
- detrás de marcos de fotos,
- dentro de zapatos,
- encima de su silla,
- dentro de su taza del desayuno,
- ...
Y los llamo: "¿Quién quiere hacer el egg hunting?"
Y bajan. Dormidos, soñolientos, pero con ganas de actuar.
Paso 4:
Mis peques empiezan a buscar. Claro está, encuentran los huevos de chocolate escondidos por doquier.
Mi mayor, cada vez que encuentra uno, me dice: "¡Lo encontré! Uau, mamá, eres muy buena escondedora de huevos!" (ay ese positivismo americano que no hay en sus genes y que me lo está americanizando a marchas forzadas).
Mi peque, al descubrir que los huevos son de chocolate, decide que no le gustan (a él, el loco por las galletas de chocolate) y deja de buscar en cuestión de segundos.
La bolsa de mi mayor se va llenando con los muchos que él encuentra y con los pocos que le encuentra su hermano.
Y así, hurgando entre los rincones más recónditos de la casa, mis peques se convierten en cazadores de huevos.
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