Otro día de trabajo. Corro todo lo que puedo hacia el coche mientras el viento helado impacta en mi cara. Conduzco por la autopista repleta de coches en ambas direcciones, mientras atardece en Massachusetts. Semáforos y más semáforos para finalmente a recoger a los niños, llegar a casa, preparar la cena, cenar, limpiar los platos y conseguir que mis dos churumbeles vayan a la cama antes de las nueve de la noche. Estoy cansada. Afuera el viento apremia y aún quedan restos de la tormenta de nieve que tuvimos la semana pasada. Me meto en la cama, repasando mentalmente si he olvidado alguna cosa y me duermo.
Y tengo un sueño.
En mi sueño, estamos en un avión vestidos con ropa de abrigo, con la ropa a la que estamos acostumbrados, y aterrizamos en un aeropuerto con los techos de madera, ramas y hojas, con palmeras por doquier y con un sol reluciente dentro de un cielo del azul más maravilloso que he podido contemplar. Un chico simpático nos traslada en coche hacia un hotel de ensueño mientras nosotros nos vamos quitando capas de ropa para quedar en camiseta y unos tejanos que encontramos de lo más molestos. Durante el trayecto, contemplo aturdida el poco tráfico que hay en las carreteras. La mayoría de los coches son minibuses, repletos de turistas con la cara regordeta y roja y una sonrisa de oreja a oreja.
Ya en el hotel, nos dirigimos a nuestra habitación y buscamos los bañadores con afán. Ya tenemos todo lo que necesitamos: bañador, crema solar y en mi caso una pamela como las que llevaba Audrey Hepburn en "Desayuno con diamantes". Raudos y veloces, llegamos a una piscina que no se acaba y los niños (y el papá) se tiran al agua gritando a lo Tarzán. Yo me quedo cerca de ellos, mientras contemplo a mi família disfrutar del agua y los rayos de sol impactan en mis pantorrillas blancas. Al cabo de un rato, caminamos los pocos pasos que nos separan de una playa de ensueño: arena blanca, aguas color esmeralda, mar calmado y palmeras gigantescas que el viento va meciendo mientras mi prole se dedica a construir cerca del agua unos castillos de Minecraft (si, los castillos medievales ya han pasado definitivamente a la historia) con una arena fina que parece terciopelo al ser bañada por el agua.
Cansados de...¿sol?¿agua?¿languidez?, nos vestimos y vamos a cenar en uno de los muchos restaurantes que ofrecen comidas de mundo. Y si, nos atiborramos y felices y con la barriga llena, nos vamos a la cama.
A la mañana siguiente, múltiples actividades copan nuestra atención. Alrededor de la piscina, se organizan actividades para todos los gustos. Yo me tomo mi tiempo para una clase de salsa, rodeada por un montón de otras féminas mientras los maridos dan una vuelta en katamarán con unos niños entusiasmados.
Otro de los días nos levantamos con un poco de lluvia. Nos apuntamos los cuatro a paddel. El chico que regula las pistas nos dice que si llueve no podemos jugar puesto que resbalaríamos. Entramos en la pista. Jugamos. Se pone a llover un poquito. Continuamos jugando mientras el chico está en su tiendecita de espaldas a nosotros. Llueve un poco más. Continuamos jugando. Temporal de lluvia. El chico ni se inmuta. Jugamos un rato más. Arrecia el temporal. Y nosotros jugando. Casi no llueve y nosotros en la pista. En ese instante, el chico se gira hacia nosotros y nos pide que acabemos el juego, puesto que su jefe puede venir y a él no le gustará que haya personas jugando bajo la lluvia.
Y es que aquí las normas son para no cumplirlas. Aquí el tiempo no cuenta, los pasos son lentos, las risas largas, las caras plácidas y las barrigas llenas. Aquí te proteges del sol y de los mosquitos, mientras paseas tranquilamente en bañador por todos los alrededores.
Los días pasan plácidos, relajados, satisfechos, y las horas se cuelan entre nuestras manos sin darnos cuenta.
¡Riiiiiiiiiiing!¡Riiiiiiiing!
¡El despertador de casa!¡Caramba!¡Qué sueño más bonito!
Voy corriendo a la cama a ver si tengo un sueño así ya mismo...
ResponderEliminarEl mío parecía muy real;)
Eliminaruna piscina así, de ensueño, y unas vacaciones como las de tu sueño son lo que quiero yo! :)
ResponderEliminarNo te cuento el viaje de vuelta... bueno va, si: turbulencias, retraso de 5 horas en Newark donde hacíamos escala... agarrada a la silla del avión mientras sacaba aire por la boca, con dolor de cabeza y nauseas... y mis peques durmiendo! Todo no puede ser;)
Eliminar