Ir al contenido principal

De patos y ardillas

Vivimos cerca de Boston. En la amplia zona periférica llamada Suburbs. Aquí, nuestro entorno son casitas de madera rodeadas de su jardín pequeñito, y unos árboles a lado y lado de las calles, acostumbrados a aguantar la nieve en sus ramas durante el invierno y a lucir sus hojas esplendorosas durante el verano. 

Estamos acostumbrados a observar las ardillas que con su agilidad y gracia trepan a esos árboles en un plis plas, con deleite de mis hijos, quienes las observan con la boca abierta. 
Mis churumbeles van siempre rápido de aquí para allá, sin prestar mucha atención a las cosas. Pero cuando observan una ardilla en la calle, esto ya es otro cantar. Los niños se paran en seco ¡Plof! Y se activan en modo lento. La vista fija en el animal en cuestión que ha conseguido cautivar su atención. Sus parpadeos son imperceptibles. Las piernas avanzan lentamente hacia el animal. Muy, muy lentamente. Consiguen acercarse hasta casi tocarlo. El animal, normalmente sin miedo, los observa y luego continúa su camino ascendente, trepando por el árbol hacia sus ramas más elevadas. Y, una vez desaparecida la ardilla entre las hojas del árbol, desaparece el modo lento de mis hijos ¡Plaf! vuelta a dar patadas a las piedrecitas o incluso no tan piedrecitas que encuentran por el camino, otra vez a discutir porque uno ha llamado burro al otro y éste le ha dado un pellizco en el brazo al primero. La madre llamándoles burros a los dos porque siempre se pelean y no saben jugar... oséase, que adoro a nuestras vecinas ardillas por los momentos en modo lento que nos regalan cada vez que las vemos.

Otros vecinos también particulares aunque no tan comunes son los patos. A los patos les va el rollo familiar, nunca verás a un pato solo. O son muy tímidos, o muy asustadizos, o quieren traer consigo a toda su prole allá donde van. El otro día un coche delante del mío frenó bruscamente. Cuando yo ya maldecía al coche y al conductor para mis adentros, observé el motivo de la frenada. A mi derecha, delante del coche maldecido instantes antes por mi, ¡Patatim! vi a una familia de patos capitaneada por mamá o papá pato (lo siento, no sé diferenciar géneros patísticos aún), unos cinco o seis patitos que seguían al primero, y otro pato adulto (varón o hembra, a saber), cerrando la cola. La família pato en cuestión cruzaba la calle tranquilamente, sin mirar a derecha e izquierda y sin usar el paso de peatones. Los coches, en los dos sentidos de la marcha, nos paramos para dejarles paso. No creo equivocarme si digo que, lejos de enfadarnos, todos los humanos conductores agresivos y que llegábamos tarde, demasiado tarde a algún sitio, esbozamos una sonrisa que nos llegaba de oreja a oreja. Momento mágico de observación pasado, ¡Patatam! vuelta a la fría realidad. Coche de nuevo en marcha y preocupaciones cotidianas otra vez en mente. 

Conclusiones:
- Vivimos rodeados de animales mágicos que nos devuelven la calidez que nos falta en nuestro día a día.
- Los niños son los que más disfrutan al saludar a nuestros vecinos particulares (Mentira. Somos los adultos los que más disfrutamos aunque nunca lo reconoceremos públicamente)
- Los animales no nos tienen miedo, con lo cual entiendo que ninguno de sus parientes ha ido a una barbacoa como invitado de honor.

Hemos visto más animales, aparte de ardillas y patos. Insectos como gusanos que cuelgan de los árboles (a mi me dan especialmente asco, pero mis niños los observan con interés y avidez), arañas y hormigas gigantes que nos visitan en casa y que mis hijos impiden que mate porque pobrecitas, ¿qué daño nos han hecho?. Diferentes tipos de pájaros también visitan nuestro entorno y cuando el tiempo lo permite (oséase, no muy frecuentemente), escuchamos sus cantos por la mañana.

Si, nuestro entorno nos regala visitas inesperadas que nos deleitan, nos calman y nos permiten pasar unos segundos mágicos (aunque en mi caso, cuando se trata de arañas, gusanos y hormigas gigantes, la magia es negra).



Comentarios

  1. Llevas mucha razón. Yo vivo a las afueras de Madrid, en la sierra, y me pasa lo mismo que a los niños. veo multitud de animales (ardillas, perdices, conejos, cigüeñas...) y me paro a observarlos, les saco fotos...
    Disfruto con ellos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si, es muy chulo observarlos. Parece que el tiempo se detiene (incluso para los peques, que caminan con pies de plomo para acercarse lo más posible al animalito en cuestión), y todo es más bonito.

      Eliminar
  2. Que gracia, me recuerda a cuando fuimos hace dos años a Canadá, todo lo que mis hijos disfrutaron viendo animales sueltos a los que no estan acostumbrados. Recuerdo con especial gracia el dia que vimos un pajaro carpintero (yo no habia visto nunca ninguno) y todos nos quedamos muy asombrados, me encantan estas vivencias. Un beso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ahora mismo acabamos de descubrir un gato. Mi peque ha querido acercarse lentamente a él... ha sido un rato bonito y mágico a su lado

      Eliminar
    2. Te cuento hace un tiempo vimos un coyote a la orilla del río por unas caminerias de Watertwon ,la verdad fue un poco de miedo y a la vez espectacular verle. Saludos.

      Eliminar
    3. Hola! Nosotros hoy hemos visto a un conejo de camino al cole.... espero no se encontrara con tu coyote! Qué miedo, la verdad.
      Saludos

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

De como el ratoncito conoció al elfo

"¡Mira, mamá!" me dice mi pequeño orgulloso, mostrándome una pequeña caja de plástico azul en forma de baúl. "¡El diente que se me movía se me ha caído durante la comida en el cole!". Pues veremos lo que te trae esta noche el Ratoncito Pérez. En casa, aunque en Massachusetts, intentamos mantener las tradiciones con las que hemos crecido mi marido y yo. En el caso de los dientes, a nuestros pequeños no los visita el hada de los dientes americana, la famosa Fairy Tooth . En nuestra casa aparece el Ratoncito Pérez, para traer algún pequeño regalito como intercambio del diente que descansa quietecito debajo de la almohada. Pero hoy mi pequeño me pide que yo misma hable con el Ratoncito Pérez y le pida un regalo inusual. "Mamá, yo quiero que el Ratoncito Pérez me traiga de regalo al Elf on the shelf ". ¿Cómo?¿Y ese quién es? Reconozco que lo he visto multitud de veces en multitud de tiendas por las que paseo para encontrar regalos innecesarios para gen

Positivizando

He decidido publicar un listado de cosas que me gustan de Massachusetts.  Me encantaría saber si alguien comparte alguno de los puntos que ahora mismito menciono, dondequiera que sea el trocito de mundo donde vive. Y se me ha ocurrido lanzar la campaña "POSITIVÍZATE", para que todos contemos aspectos negativos de donde vivimos, pero en plan positivo. Seguro que encontramos muchas situaciones que en principio no son chulas, pero a las que conseguimos darle la vuelta y disfrutarlas. ¡Atrévete! Aquí van las mías: - En países calurosos, poco después de hacer la compra y ponerla en la parte de atrás del coche, debes correr para que los alimentos congelados (entiéndase pizzas, guisantes y helados) no se descongelen. Aquí en Massachusetts, con el frío que tenemos, después de la compra podría ir a dar una vuelta, recoger a los niños, irme al trabajo, pararme en un Starbucks y, al llegar a casa, la comida congelada continuaría estando congelada . Creo que esto es una p

Concepto playa en primavera

Debo reconocer que las playas que conocía hasta la fecha y las playas de Massachusetts son radicalmente diferentes. En todo. Bueno, vamos a comprobarlo: Vamos a por las similitudes: la única similitud que he podido encontrar es en lo básico, es decir que en ambos sitios hay agua salada (supongo) y arena. Nada más. Vamos a por las diferencias: Concepto playa en primavera anterior a Massachusetts: Llegas a la playa, te descalzas y caminas por la playa, tranquilamente, hasta que llega el momento de gritar como una posesa para impedir que tus niños se metan derechitos al agua, que en primavera aún está fría. El sol te pica la cara y unas gafas de sol nunca vienen mal. Después del paseo, encuentras un chiringuito con vistas a la playa y te sientas junto a tu media naranja y padre de tus hijos, mientras disfrutáis de una cervecita muy fría, unas aceitunas y una patatitas. Escuchas el ruido de las olas al chocar contra la playa, sientes a tu marido cerca y observas como est