Ir al contenido principal

Sonido de casa

Estoy en Massachusetts. Por la calle escucho inglés, principalmente. Estoy acostumbrada a ello, evidentemente. Lo tengo asimilado.
Pero a veces, cuando escucho hablar mi idioma, no puedo dejar de saludar a quién lo está hablando. Porque estoy en Massachusetts. Y las oportunidades de hablarlo son escasas. Así que me acerco a ese desconocido o desconocida, y al cabo de un momento, ya somos menos desconocidos y más familiares. Y nos contamos la vida en un periquete, como si tuviésemos mucha prisa por hablar sobre nuestra experiencia, a quién quiera escucharla en nuestro idioma. Y nos conocemos de oído a la familia del otro, y nos pasamos los números de teléfono, para poder contactar en caso necesario, o simplemente por si nos apetece. 
Si, es un ejercicio que me llena de alegría y de añoranza. Me encanta saber que ese ya no desconocido comparte sensaciones, que sabe cómo degustar un buen rape, que conoce el pequeño pueblo de dónde provengo. Y pregunto. Más preguntas. Sin cesar. Para comprobar que yo también conozco el pueblo de esa persona, que sabe lo que es una longaniza y que conoce al cantautor de moda de mi tierra.
Y disfruto.
Y saboreo la conversación.
Y pienso en mis padres, en mi idioma y en mi casa.
Y sonrío.
Después de una charla incesante que acaba normalmente con mis churumbeles tirándome de la manga, nos despedimos con la promesa de un próximo encuentro.
"¡Mamá, eres una pesada!¡Vámonos a casa!"
Y yo, que soy una pesada, conduzco hacia nuestra casa de Massachusetts, mientras tarareo una canción de nuestra casa, de allí, del otro lado del Atlántico.

Comentarios

Entradas populares de este blog

De como el ratoncito conoció al elfo

"¡Mira, mamá!" me dice mi pequeño orgulloso, mostrándome una pequeña caja de plástico azul en forma de baúl. "¡El diente que se me movía se me ha caído durante la comida en el cole!". Pues veremos lo que te trae esta noche el Ratoncito Pérez. En casa, aunque en Massachusetts, intentamos mantener las tradiciones con las que hemos crecido mi marido y yo. En el caso de los dientes, a nuestros pequeños no los visita el hada de los dientes americana, la famosa Fairy Tooth . En nuestra casa aparece el Ratoncito Pérez, para traer algún pequeño regalito como intercambio del diente que descansa quietecito debajo de la almohada. Pero hoy mi pequeño me pide que yo misma hable con el Ratoncito Pérez y le pida un regalo inusual. "Mamá, yo quiero que el Ratoncito Pérez me traiga de regalo al Elf on the shelf ". ¿Cómo?¿Y ese quién es? Reconozco que lo he visto multitud de veces en multitud de tiendas por las que paseo para encontrar regalos innecesarios para gen...

Positivizando

He decidido publicar un listado de cosas que me gustan de Massachusetts.  Me encantaría saber si alguien comparte alguno de los puntos que ahora mismito menciono, dondequiera que sea el trocito de mundo donde vive. Y se me ha ocurrido lanzar la campaña "POSITIVÍZATE", para que todos contemos aspectos negativos de donde vivimos, pero en plan positivo. Seguro que encontramos muchas situaciones que en principio no son chulas, pero a las que conseguimos darle la vuelta y disfrutarlas. ¡Atrévete! Aquí van las mías: - En países calurosos, poco después de hacer la compra y ponerla en la parte de atrás del coche, debes correr para que los alimentos congelados (entiéndase pizzas, guisantes y helados) no se descongelen. Aquí en Massachusetts, con el frío que tenemos, después de la compra podría ir a dar una vuelta, recoger a los niños, irme al trabajo, pararme en un Starbucks y, al llegar a casa, la comida congelada continuaría estando congelada . Creo que esto es una p...

Luciérnagas humanas

En mi infancia, las luciérnagas que recuerdo estaban en un cuento ilustrado por Constanza. Una niña conduciendo (ahora la habrían detenido), tenía un accidente y su coche impactaba contra un árbol (ahora dirían que es sexista (y seguramente tendrían razón)). Con el impacto, las luces del coche quedaban hechas añicos, y la pobre niña lloraba, puesto que se había quedado a oscuras en mitad de un bosque (en los cuentos actuales, seguramente un zombi se la comería, pero por aquél entonces esos seres maravillosos que copan los libros políticamente correctos de mis hijos aún no existían). En cambio, quienes sí aparecían eran una pequeñas luciérnagas que, voluntariamente, se ponían dentro de las luces y le permitían llegar a casa sana y salva (ahora diríamos que eso es violencia animal). En mi juventud pude contemplar luciérnagas reales, pero no en muchas ocasiones. Recuerdo que las últimas las vi en Harlem, mientras regresábamos de un espectacular concierto. Ahora, lo que puedo contempl...