Ir al contenido principal

A veces olvido

A veces olvido los placeres de mi tierra patria. Olvido que la gente pasea, de noche, por las calles que han sufrido el sol intenso durante el día. Olvido las fiestas del pueblo que invitan al jolgorio y a salir de una casa demasiado calurosa. A veces olvido que hay cine en la arena de la playa, o gospel en un escenario que albergará más tarde otros grupos con estilos diferentes. A veces casi no me acuerdo de los helados a medianoche, las risas en la calle, los bocadillos a orillas del mar.
Y regreso a casa de vacaciones, y los sabores y los olores me vuelven a la memoria, y disfruto paseando con mi hermana y nuestros churumbeles, por unas calles abarrotadas de gente que precisa de alegría, y que acude sin falta a los eventos especiales de su ciudad. 
A veces olvido que mi familia vive lejos de mi. Pero que cuando regreso, todo sigue igual como lo había dejado, y mis amigos de toda la vida continúan siendo mis amigos de toda la vida, y nuestras conversaciones son tan divertidas y confidenciales como siempre lo habían sido.
A veces olvido que la vida se pasa en las calles, en los chiringuitos cerca del mar, con los olores del pescado que ha pasado de la red a la parrilla en pocas horas, de los niños en patinete a los que debes otear de cerca para no perderlos. Observo los jolgorios de los muchachos y muchachas que empiezan a vivir, las manos entrelazadas de las parejas mayores que, con pasos cansinos, recuerdan con nostalgia aquellos tiempos seguramente mejores. Y sonrío.
Me encanta vivir en Massachusetts.
Pero me encanta también volver a casa en vacaciones.

Comentarios

Entradas populares de este blog

De como el ratoncito conoció al elfo

"¡Mira, mamá!" me dice mi pequeño orgulloso, mostrándome una pequeña caja de plástico azul en forma de baúl. "¡El diente que se me movía se me ha caído durante la comida en el cole!". Pues veremos lo que te trae esta noche el Ratoncito Pérez. En casa, aunque en Massachusetts, intentamos mantener las tradiciones con las que hemos crecido mi marido y yo. En el caso de los dientes, a nuestros pequeños no los visita el hada de los dientes americana, la famosa Fairy Tooth . En nuestra casa aparece el Ratoncito Pérez, para traer algún pequeño regalito como intercambio del diente que descansa quietecito debajo de la almohada. Pero hoy mi pequeño me pide que yo misma hable con el Ratoncito Pérez y le pida un regalo inusual. "Mamá, yo quiero que el Ratoncito Pérez me traiga de regalo al Elf on the shelf ". ¿Cómo?¿Y ese quién es? Reconozco que lo he visto multitud de veces en multitud de tiendas por las que paseo para encontrar regalos innecesarios para gen

Positivizando

He decidido publicar un listado de cosas que me gustan de Massachusetts.  Me encantaría saber si alguien comparte alguno de los puntos que ahora mismito menciono, dondequiera que sea el trocito de mundo donde vive. Y se me ha ocurrido lanzar la campaña "POSITIVÍZATE", para que todos contemos aspectos negativos de donde vivimos, pero en plan positivo. Seguro que encontramos muchas situaciones que en principio no son chulas, pero a las que conseguimos darle la vuelta y disfrutarlas. ¡Atrévete! Aquí van las mías: - En países calurosos, poco después de hacer la compra y ponerla en la parte de atrás del coche, debes correr para que los alimentos congelados (entiéndase pizzas, guisantes y helados) no se descongelen. Aquí en Massachusetts, con el frío que tenemos, después de la compra podría ir a dar una vuelta, recoger a los niños, irme al trabajo, pararme en un Starbucks y, al llegar a casa, la comida congelada continuaría estando congelada . Creo que esto es una p

Concepto playa en primavera

Debo reconocer que las playas que conocía hasta la fecha y las playas de Massachusetts son radicalmente diferentes. En todo. Bueno, vamos a comprobarlo: Vamos a por las similitudes: la única similitud que he podido encontrar es en lo básico, es decir que en ambos sitios hay agua salada (supongo) y arena. Nada más. Vamos a por las diferencias: Concepto playa en primavera anterior a Massachusetts: Llegas a la playa, te descalzas y caminas por la playa, tranquilamente, hasta que llega el momento de gritar como una posesa para impedir que tus niños se metan derechitos al agua, que en primavera aún está fría. El sol te pica la cara y unas gafas de sol nunca vienen mal. Después del paseo, encuentras un chiringuito con vistas a la playa y te sientas junto a tu media naranja y padre de tus hijos, mientras disfrutáis de una cervecita muy fría, unas aceitunas y una patatitas. Escuchas el ruido de las olas al chocar contra la playa, sientes a tu marido cerca y observas como est