Todo. Todo lo que se me ocurre puede comprarse en Estados Unidos a través de un clic, tumbado tranquilamente en tu cama, a las diez de la noche, o incluso de madrugada. Todo.
Hace pocos días, asistí a un evento con más de un centenar de personas. El profesor había preguntado el porcentaje de cosas que comprábamos por internet. Mi asombro fué mayúsculo, cuando prácticamente la totalidad de la gente contestó que más de un noventa por ciento de sus compras son a través del ordenador. O de la tablet. O del teléfono.
Antes de llegar a Estados Unidos, yo no compraba nada por internet. Nada de nada. Y ahora, cada vez me voy acostumbrando a comprar más y más, tranquilamente sentada en mi sofá, contemplando y escogiendo lo que deseo (o lo que desean que desee), a través de la pantalla.
Es fácil. Aunque demasiado fácil, y te cuesta controlar muy mucho entre lo que deseas y lo que necesitas, llegando a comprar mucho más a través de deseos que de necesidades.
Otra cosa que también generó mi asombro fue que hay gente que alquila la ropa que se pone. Por una cantidad fija mensual, tienes la oportunidad de elegir cinco vestimentas de ropa de marca, bolso incluido. Yo, que de jovencita iba a la modista que nos cosía unos vestiditos cursis y que nos poníamos hasta que se gastaban, no doy crédito a que haya gente que se pone ropa que es alquilada. ¡Es que las nuevas tendencias parece que no están hechas para mi!
Reconozco que el cambio va más deprisa de lo que yo quisiera.
Comentarios
Publicar un comentario