Érase una vez que el Dios Papakinmalkefa, tranquilamente sentado en una espléndida nube de colores rojizos, estaba mirando hacia abajo, contemplando a los habitantes de New England. Era invierno, y por aquellos lares, el frío y el viento se aliaban con fuerza para azotar a los pobres hombres y mujeres que ocupaban aquél lugar. El Dios Papakinmalkefa se compadeció de ellos, y decidió fabricar una crema con la que embadurnarse el cuerpo y así no notar el frío de temperaturas negativas, llegado el invierno. El Dios fabricó la crema y cogió al azar a uno de los habitantes de New England, a quién trasladó volando hasta su nube. El asombrado visitante, antes de abrir la boca, escuchó lo que Papakinmalkefa le dijo:
- Hola, humano. Soy el Dios Papakinmalkefa. He comprobado que en vuestras tierras el frío apremia, y me he compadecido de vosotros. He preparado este ungüento para que te embadurnes todo el cuerpo. Así, de este modo, tu y tus descendientes nunca más notaréis el frío.
El pobre humano agradeció fervientmente el regalo del Dios y empezó a embadurnarse los pies. Mientras iba frotándose con la crema, no paraba de dar las gracias a Papakinlmalkefa, que lo observaba complacido y condescendiente a la vez. El humano estaba tan agradecido, que cuando ya se había embadurnado los pies, las piernas las rodillas y las caderas, decidió que quería expresar su agradecimiento abrazando efusivamente al Dios. Mientras se acercaba a él y lo envolvía con sus brazos, la crema le resbaló de las manos y cayó en un bosque profundo. Papakinmalkefa se enfadó tanto que no quiso ni el abrazo, ni volver a fabricar una crema. Devolvió ipso facto a la tierra al pobre habitante y nunca más quiso saber nada de él.
Y así es como los descendientes de este humano afortunado, que ahora están esparcidos por toda la geografía de New England, al llegar el invierno no notan el frío que apremia de cintura para abajo. Son muchos, y puedes distinguirlos porqué a temperaturas negativas, con dos metros de nieve en las aceras, ellos caminan con una chaqueta peluda, un gorro, guantes, bufanda, pero con pantalones cortos y chancletas, o lo que en New England llaman flip-flops. ¡Afortunados!
Comentarios
Publicar un comentario