Tengo cuarenta y siete años y ¡oh, sorpresa! tengo cabellos grises que florecen en mi cabeza.
He probado repetidas veces ser una buena florecita e ir a la peluquería a teñirme, con los siguientes resultados:
1. Llamo una semana antes del evento para concertar hora en el salon de turno,
2. Me presento a la peluquería en cuestión,
3. Una mujer de mi edad pero con el pelo espléndido y donde no caben las canas, me pide que me espere mientras mi peluquera se prepara
4. La peluquera viene a buscarme a la sala de espera, con una sonrisa de oreja a oreja
5. Después de sentarme en la silla delante de un espejo inmenso, la peluquera me aconseja un balayage para disimular mis canas incipientes
5. Aunque no tengo ni idea de lo que es un balayage y me suena a algo muy caro, acepto su propuesta, puesto que me dice que quedará espectacular (evidentemente)
6. Coge tinte y pim pam pim pam sin ton ni son me friega un mejunge espeso y blanco por el pelo
7. Me pregunta por mi família, por mi trabajo y al ver que le contesto lo mínimo, me cuenta sobre su família y su trabajo
8. Me cubre mechones de pelo recubiertos de la pasta mugrienta con papel de aluminio
9. Leo mientras tanto el libro que he traído para pasar el tiempo en buena compañía
10. Espero pacientemente a que vuelva la peluquera
11. La peluquera vuelve, me quita el papel de aluminio, me lava la cabeza y con el pelo mojado, me dice que el tinte ha quedado muy bien requetebien
12. Pago el tinte+balayage+propina del 10% y de mi tarjeta de crédito empieza a salir humo
13. Voy a casa a secarme el cabello, puesto que en los salones es carísimo que usen el secador en tu cuero cabelludo
14. Me miro en el espejo del baño
15. Me acerco al espejo del baño y descubro cuatro ¡Cuatro! pelos blancos que no han pasado por el sistema de tintado espectacularmente caro, de largo tiempo y sin disfrute por mi parte.
Después del enfado por la tomadura de pelo, al cabo de pocas semanas, cuando de mi pelo ya sobresalen más de los cinco fatídicos pelos blancos que al final me había quitado yo mismita tirándolos, me voy al CVS y compro un tinte, uno de los que dicen que son estupendos estupendísimos, y me lo aplico en casa con los siguientes resultados:
1. Abro todos los recipientes que contiene la cajita de marras
2. Sigo las instrucciones de cómo mezclar todos y cada uno al dedillo
3. Pongo una toalla vieja alrededor de mis hombros
4. Me pongo los guantes de plástico que también saco de la cajita mágica y empiezo a aplicar un producto marronoso por encima de todo mi cuero cabelludo
5. Acabo todo el producto
6. El producto rezuma por mi pelo y tiñe también la toalla con la que me había cubierto
7. El producto también tiñe parte de mi cara
8. El producto también tiñe parte de mi camiseta
9. Pasado el tiempo establecido en las instrucciones, me ducho para sacarme todo el producto que debía hacer su efecto sobre mis canas
10. Me seco el pelo y veo que el producto ha hecho efecto sobre mi cara, mi toalla y mi camiseta
11. No consigo sacarme el tinte de mi cara hasta al cabo de unos días
12. La toalla acabo tirándola por ser marronosa teñida
13. De mi pelo noto cómo se ríen mis pelos blancos, que están tan tranquilos encima de mi cabeza, y más blancos que nunca
Después de un fracaso apabullante en todos los sentidos, tanto en la peluquería como en casa, tomo una decisión:
NO PIENSO TEÑIRME EL CABELLO. TENGO CUARENTA Y SIETE AÑOS, Y NO ME AVERGÜENZO DE MI PELO CANOSO.
Realizada esta aseveración, empieza aquí realmente la GUERRA DE LOS PELOS GRISES.
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