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bibliotecas y ferias de libros

Al principio de vivir en Massachusetts, vivíamos en Newton, un pueblecito (o mejor dicho, una vasta extensión de terreno repleta de casitas de sueño americano con termitas incorporadas). En aquella época, mis hijos y yo nos apuntamos como miembros de la biblioteca pública de la localidad, y con el carnet podíamos sacar de la biblioteca una enorme cantidad de libros, para devolverlos al cabo de unas dos semanas. En aquella época, tuvimos en casa muchos libros prestados, y cuando yo recibía un correo electrónico de la biblioteca, recordándome amablemente su devolución, yo me volvía loca por encontrar los susodichos libros susceptibles de devolución debajo del sofá, o escondidos entre las sábanas. También en aquella época, los niños y yo acudíamos a la biblioteca para ver una película bastante actual y totalmente gratuita, o a contemplar obras de arte de artistas locales que nunca captaron mi alma ni mucho menos mi monedero, o a comprar libros viejos por menos de un dólar cada uno, o para alquilar películas e incluso series enteras para saborear en casa, tumbados los cuatro en el sofá. La biblioteca era un punto de parada obligatoria semanal, donde conseguíamos preciados tesoros en forma de papel o de magia visual.
Al cabo de un tiempo, nuestra casa cambió de ubicación, pero las tarjetas de la biblioteca anteriores continuaron vigentes en la biblioteca del pueblo donde vivimos actualmente, con lo cual continuamos disfrutando de todas las ventajas de la biblioteca anterior, pero al lado de nuestra casa actual.
¿Que mi pequeño me pide la serie de libros "Last kids on earth" sobre unos niños y unos zombies? Pues yo, aunque con reticencia y asustada, voy a buscarlo con él a la biblioteca. Las bibliotecarias, esos seres encantadores y dulces que parecen hadas madrinas que pueden solucionarte cualquier eventualidad y no sólo la búsqueda de un libro, aparecen como por arte de magia cuando mi hijo y yo no encontramos el libro en los estantes y nos ayudan a encontrarlo (muy cerca de dónde yo lo andaba buscando).
¿Que la biblioteca no tiene el libro "Last kids on earth" segunda parte? Pues la bibliotecaria con mágica sonrisa lo pide y me llega un aviso por correo electrónico indicándome que puedo pasar a recogerlo al cabo de dos días justos.
¿Que no puedo pararme a devolver los libros? Pues en la acera hay unos contenedores metálicos donde puedes echar los libros en su interior, sin tener que salir del coche.
¿Que hay un curso para fabricar slime (esa pasta pegajosa de colores que se ha convertido en tendencia)? Pues apunto a mis hijos a través de la web de la biblioteca, esperando y deseando que la pasta pegajosa se quede en sus recipientes y no pase a formar parte de la moqueta de casa.
Si, las bibliotecas, esas amigas de tu tiempo y fuente de buen humor y de sapiencia.
Y si, además sumamos a esta increíble experiencia la oportunidad de asistir a periódicas ferias de libros, donde el precio de éstos no supera el dólar, y donde he encontrado verdaderas joyas firmadas por Tom Wolfe, Marian Keyes, o Jhumpa Lahiri, el éxtasis se vuelve exponencial. ¡Viva las bibliotecas de Massachusetts!


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