Cuando alguien me pregunta si practico algún deporte, mi respuesta es afirmativa.
Cuando me preguntan qué deporte practico, les digo la verdad: tengo dos hijos. Esto debería contar como deporte semi-olímpico como mínimo.
Como algún escéptico no cree que tener dos hijos sea un deporte, aquí dejo una serie de ejercicios diarios que sirven como clases de gimnasia para el más incrédulo, y que voy a describir de manera totalmente gratuita:
- ejercicios de las cuerdas vocales. Este es el músculo que tengo más ejercitado en todo mi cuerpo. Me paso el día gritando a mis hijos para que hagan los deberes, ordenen su habitación, recojan su ropa, cenen, pongan la mesa, se laven los dientes y vayan a la cama. Los gritos van acentuándose a medida que pasa el tiempo, puesto que mis hijos cada vez me hacen menos caso. Tengo calculado que a los sesenta ya tendré voz de soprano y triunfaré en la ópera (mi objetivo: Milán).
- ejercicios de espalda. Mis hijos ayudan enormemente a la actividad diaria de mi columna vertebral dejándose olvidados los calcetines sucios por toda la casa. He recogido estos objetos malolientes en la sala de estar, en la cocina, en el baño y alguna vez (no muchas), en su cuarto.
- ejercicios de piernas. La simultaneidad de las tareas de la casa es mi especialidad, de modo que bajo las escaleras cargada de ropa sucia, subo las escaleras cargada de ropa limpia y bien plegadita, bajo las escaleras para preparar la sopa, subo las escaleras para hacer la cama, bajo las escaleras para tirar la basura, subo las escaleras por poner otro de los malditos calcetines olvidados en la cesta de la ropa sucia.
- ejercicios de manos. El día de la compra se convierte en un placer si de hacer ejercicio se trata, puesto que cargar con la botella de leche de cuatro litros, la carne, los potes de Nutella que en casa desaparecen más rápido que el viento, los yogures y los vegetales, me permite desarrollar unos músculos que no consigo firmes visualmente pero que yo sé que tengo fuertes y sanos.
- ejercicios de cuello. Este es fácil aunque toma mucho tiempo. Consiste en decir No con la cabeza a todas las propuestas de los hijos.
. Mamá, ¿puedo ir a la cama más tarde? No
. Mamá, ¿puedo lavarme los dientes mañana pero hoy no? No
. Mamá, ¿podemos ir a comer a la pizzeria? No
. Mamá, ¿puedo acabar los deberes mañana? No
. Mamá, ¿puedo ver un poco más la televisión? No
- ejercicios mentales. Soy la programadora-taxista de todas las actividades extra escolares de los niños, de las revisiones médicas, de las reuniones con las profesoras y de todo lo que se tercie como playdates o fiestas de cumpleaños. A veces, debería estar en dos sitios en el mismo tiempo, puesto que uno de mis hijos empieza una actividad y el otro la acaba, con lo cual uno llega demasiado pronto y el otro termina demasiado tarde, pero con un margen de tiempo para nada exagerado. Soy la mamá que los lleva a todas partes y que no puede evitar sentir el orgullo enorme de verlos crecer sanos y felices.
Al final del día, después de dar el beso de buenas noches a mis hijos y de sentarme en el sofá por primera vez durante todo el día, me siento cansada, muy cansada.
Espero que estos ejercicios puedan ser practicados por la gran mayoría de escépticos que dudaban de la veracidad de mis palabras al principio de estas líneas. Mi voto va a que ser madre sea considerado deporte olímpico aunque, en contra de todos los signos, sea el único deporte que no adelgace.
Cuando me preguntan qué deporte practico, les digo la verdad: tengo dos hijos. Esto debería contar como deporte semi-olímpico como mínimo.
Como algún escéptico no cree que tener dos hijos sea un deporte, aquí dejo una serie de ejercicios diarios que sirven como clases de gimnasia para el más incrédulo, y que voy a describir de manera totalmente gratuita:
- ejercicios de las cuerdas vocales. Este es el músculo que tengo más ejercitado en todo mi cuerpo. Me paso el día gritando a mis hijos para que hagan los deberes, ordenen su habitación, recojan su ropa, cenen, pongan la mesa, se laven los dientes y vayan a la cama. Los gritos van acentuándose a medida que pasa el tiempo, puesto que mis hijos cada vez me hacen menos caso. Tengo calculado que a los sesenta ya tendré voz de soprano y triunfaré en la ópera (mi objetivo: Milán).
- ejercicios de espalda. Mis hijos ayudan enormemente a la actividad diaria de mi columna vertebral dejándose olvidados los calcetines sucios por toda la casa. He recogido estos objetos malolientes en la sala de estar, en la cocina, en el baño y alguna vez (no muchas), en su cuarto.
- ejercicios de piernas. La simultaneidad de las tareas de la casa es mi especialidad, de modo que bajo las escaleras cargada de ropa sucia, subo las escaleras cargada de ropa limpia y bien plegadita, bajo las escaleras para preparar la sopa, subo las escaleras para hacer la cama, bajo las escaleras para tirar la basura, subo las escaleras por poner otro de los malditos calcetines olvidados en la cesta de la ropa sucia.
- ejercicios de manos. El día de la compra se convierte en un placer si de hacer ejercicio se trata, puesto que cargar con la botella de leche de cuatro litros, la carne, los potes de Nutella que en casa desaparecen más rápido que el viento, los yogures y los vegetales, me permite desarrollar unos músculos que no consigo firmes visualmente pero que yo sé que tengo fuertes y sanos.
- ejercicios de cuello. Este es fácil aunque toma mucho tiempo. Consiste en decir No con la cabeza a todas las propuestas de los hijos.
. Mamá, ¿puedo ir a la cama más tarde? No
. Mamá, ¿puedo lavarme los dientes mañana pero hoy no? No
. Mamá, ¿podemos ir a comer a la pizzeria? No
. Mamá, ¿puedo acabar los deberes mañana? No
. Mamá, ¿puedo ver un poco más la televisión? No
- ejercicios mentales. Soy la programadora-taxista de todas las actividades extra escolares de los niños, de las revisiones médicas, de las reuniones con las profesoras y de todo lo que se tercie como playdates o fiestas de cumpleaños. A veces, debería estar en dos sitios en el mismo tiempo, puesto que uno de mis hijos empieza una actividad y el otro la acaba, con lo cual uno llega demasiado pronto y el otro termina demasiado tarde, pero con un margen de tiempo para nada exagerado. Soy la mamá que los lleva a todas partes y que no puede evitar sentir el orgullo enorme de verlos crecer sanos y felices.
Al final del día, después de dar el beso de buenas noches a mis hijos y de sentarme en el sofá por primera vez durante todo el día, me siento cansada, muy cansada.
Espero que estos ejercicios puedan ser practicados por la gran mayoría de escépticos que dudaban de la veracidad de mis palabras al principio de estas líneas. Mi voto va a que ser madre sea considerado deporte olímpico aunque, en contra de todos los signos, sea el único deporte que no adelgace.
Comentarios
Publicar un comentario