Una de las cosas que nos divierten en casa son traducir los nombres de las ciudades o pueblos americanos. El otro día, unos amigos nos propusieron ir a Marblehead, una ciudad costera del norte de Boston. Marblehead es un nombre muy americano, de esos que cuesta pronunciar, pero cuando lo traduces, es decir, pronuncias "Cabeza de canica", una sonrisa te invade la cara y tus hijos no paran de reír. Así pues, nos dirigimos a Cabeza de canica para pasar el día.
Todos los dioses se habían conjugado a nuestro favor: era uno de los primeros días de sol de la temporada, el tráfico era muy fluido y no encontramos colas impresionantes, el restaurante que nos habían recomendado estaba totalmente lleno excepto las dos últimas mesas que nos destinaron a las dos famílias y los niños y los mayores gozábamos de un envidiable buen humor.
Pasear por las calles de Marblehead fue una experiencia muy agradable, pero pasear por la playa fue un éxtasis total. Las casas de este pueblo son las típicas de madera, de todos las formas y colores, viejas y renovadas, grandes y pequeñas, que te cuentan una historia de frío, soledad y lucha contra los elementos típica de todas las casas de Massachusetts. Pero al divisar el mar, nuestras caras curiosas se iluminaron. El mar estaba apacible, los barcos lo llenaban como diminutos habitantes que no querían moverse de donde estaban, y nosotros nos sumergimos en nuestras actividades favoritas. Los niños empezaron a saltar por las rocas, encontraron tesoros que abultaron los pantalones y que más tarde yo encontraría en la lavadora. Los mayores hablábamos de nuestras cosas, de nuestros logros, nuestras esperanzas y nuestras ambiciones. Llegó un momento, pero, en que yo me senté frente al mar. Una roca calentada por el astro sol me sirvió de silla natural y ecológica a la perfección. Y en ese momento, sin yo quererlo, mis ojos se dedicaron a observar la maravilla de la naturaleza que tenía delante de mi. Al fondo, una vegetación que acogía casas y casitas, todas bajas, sin ningún monstruo de edificio que quisiera atentar contra la naturaleza; en el centro, el mar azul que nos saludaba, nos alentaba y engullía nuestra imaginación; a mi lado, unas rocas que acogían los juegos de los niños y sus risas. Y yo, observando todo eso me sentí plena y feliz.
Si, la traducción de Marblehead es divertida, pero lo que te transmite este pueblo de costa es extraordinario para todos los sentidos.
Comentarios
Publicar un comentario