Ir al contenido principal

Hojas de otoño

¿Las hojas caídas de los árboles sirven para jugar?

Estamos en Newton, un pueblecito a 10 minutos de Boston. Quizás pueblecito no es la palabra porque ocupa una vasta extensión de terreno. Imaginaos casas y casas y casas, todas con su garage y su jardín, una al lado de la otra. En las aceras, unos árboles grandes de hojas caducas, de donde caen multitud de hojas conteniendo todos los colores del otoño. En las aceras, pues, vamos pisando las hojas, mientras vemos jardineros que las van quitando con sus ruidosas máquinas levantahojas. Es realmente bonito. A mi me encanta contemplar sobretodo la caida de las hojas, y los árboles con hojas rojas, a punto de caer.
A mi hijo pequeño, estas nimiedades poéticas le traen sin cuidado. Algo que está en el suelo es susceptible de ser cogido para seguidamente tirarlo, sin pensar en si hay alguien al lado, o delante, o detrás, que pueda ser receptor de este objeto tirado. Y coge hojas. Algunas me las regala (y yo discretamente las voy tirando sin que se me note mucho), pero la mayoría de las hojas las blande como si de una espada se tratara. Y demasiadas veces, coge un montón del suelo y acto seguido las eleva sobre su cabeza y las tira al aire. Se lo pasa en grande. Realmente disfruta. Y ahí estoy yo, intentando que ninguna persona esté cerca para ser el receptor de una hoja húmeda que pueda caerle encima. Y ahí estoy yo, gritándole para que no vuelva a hacerlo.
Mis hijos, como niños que son, son básicos. Si ven una cosa que sirve para jugar, pues juegan con ella. ¿Por qué mamá no deja que nunca disfruten?





Comentarios

Entradas populares de este blog

De como el ratoncito conoció al elfo

"¡Mira, mamá!" me dice mi pequeño orgulloso, mostrándome una pequeña caja de plástico azul en forma de baúl. "¡El diente que se me movía se me ha caído durante la comida en el cole!". Pues veremos lo que te trae esta noche el Ratoncito Pérez. En casa, aunque en Massachusetts, intentamos mantener las tradiciones con las que hemos crecido mi marido y yo. En el caso de los dientes, a nuestros pequeños no los visita el hada de los dientes americana, la famosa Fairy Tooth . En nuestra casa aparece el Ratoncito Pérez, para traer algún pequeño regalito como intercambio del diente que descansa quietecito debajo de la almohada. Pero hoy mi pequeño me pide que yo misma hable con el Ratoncito Pérez y le pida un regalo inusual. "Mamá, yo quiero que el Ratoncito Pérez me traiga de regalo al Elf on the shelf ". ¿Cómo?¿Y ese quién es? Reconozco que lo he visto multitud de veces en multitud de tiendas por las que paseo para encontrar regalos innecesarios para gen

Positivizando

He decidido publicar un listado de cosas que me gustan de Massachusetts.  Me encantaría saber si alguien comparte alguno de los puntos que ahora mismito menciono, dondequiera que sea el trocito de mundo donde vive. Y se me ha ocurrido lanzar la campaña "POSITIVÍZATE", para que todos contemos aspectos negativos de donde vivimos, pero en plan positivo. Seguro que encontramos muchas situaciones que en principio no son chulas, pero a las que conseguimos darle la vuelta y disfrutarlas. ¡Atrévete! Aquí van las mías: - En países calurosos, poco después de hacer la compra y ponerla en la parte de atrás del coche, debes correr para que los alimentos congelados (entiéndase pizzas, guisantes y helados) no se descongelen. Aquí en Massachusetts, con el frío que tenemos, después de la compra podría ir a dar una vuelta, recoger a los niños, irme al trabajo, pararme en un Starbucks y, al llegar a casa, la comida congelada continuaría estando congelada . Creo que esto es una p

Concepto playa en primavera

Debo reconocer que las playas que conocía hasta la fecha y las playas de Massachusetts son radicalmente diferentes. En todo. Bueno, vamos a comprobarlo: Vamos a por las similitudes: la única similitud que he podido encontrar es en lo básico, es decir que en ambos sitios hay agua salada (supongo) y arena. Nada más. Vamos a por las diferencias: Concepto playa en primavera anterior a Massachusetts: Llegas a la playa, te descalzas y caminas por la playa, tranquilamente, hasta que llega el momento de gritar como una posesa para impedir que tus niños se metan derechitos al agua, que en primavera aún está fría. El sol te pica la cara y unas gafas de sol nunca vienen mal. Después del paseo, encuentras un chiringuito con vistas a la playa y te sientas junto a tu media naranja y padre de tus hijos, mientras disfrutáis de una cervecita muy fría, unas aceitunas y una patatitas. Escuchas el ruido de las olas al chocar contra la playa, sientes a tu marido cerca y observas como est