Otoño en Massachusetts.
Los colores de los árboles se convierten en una paleta de cálidos que van desde el naranja al granate, pasando por el rojo intenso. Es maravilloso contemplar la naturaleza en su esplendor maduro, cuando ya ha superado una juventud que le ha resultado corta. Es bonito contemplar como las hojas, mecidas por el viento, te saludan dóciles mientras tu paseas por el Minute Man trail, con la boca abierta al contemplar la belleza de la madurez.
Invierno en Massachusetts.
Blanco. Blanco sobre blanco. Contemplo aturdida por su delirante belleza los copos de nieve que caen, mansamente, por toda la geografía, creando un manto blanco encima de las casas, los árboles, las calles. Me deleito contemplando la vejez de un paisaje que se deja seducir por un agua que surge blanca del cielo y cubre todo el campo de visión.
Primavera en Massachusetts.
El nacimiento de las flores vuelve a cubrir de nuevo unos árboles que se visten de multitud de colores, mientras las abejas, atareadas, trabajan sin cesar y no acaban de llegar a todas las flores que copan una naturaleza que sale de su letargo, y se apresura por crecer, de forma apresurada, expandiendo una paleta multicolor que enriquece el ambiente.
Verano en Massachusetts.
Verde. Verde sobre verde. Los árboles son el testimonio fiel de una juventud en todo su esplendor, de una fuerza desmesurada que atrae al astro sol, pero, que a la vez, protege de sus rayos a todos los animales que nos cubrimos con sus ramas de verde follaje. Ni el viento consigue que las hojas, verdes y fuertes, se deslicen de sus ramas, y la fuerza envuelve una naturaleza llena de vida y energía.
Me pregunto cúal es la mejor estación para vivir en Massachusetts. Aunque ya sé la respuesta. En todas y cada una te subyuga la fuerza de la naturaleza, y sus colores se convierten en tu objeto de contemplación.
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