Como todos los padres, madres o tutores americanos, recibo diariamente una cantidad exagerada (perdón, necesaria) de correos electrónicos de profesores donde me cuentan las próximas excursiones, del director de la escuela, quién me hace un resumen de las próximas fiestas planificadas, de las madres y padres que forman parte de la organización de la organización de padres y profesores que desean que pague la cuota de miembro a dicha comunidad, y de madres y padres que me piden por favor que compre cualquier tontería para sufragar los gastos de nuestros pequeños en la escuela.
¡Arghhhhhh!¡Demasiado para mi mente!
No puedo leer todos los correos electrónicos, con lo cual, los leo en diagonal (que, para mi, leer en diagonal es leer la primera línea y poco más).
O sea que, para mi humillación pública, me pierdo temas importantes que afectan a mis churumbeles. Por exceso de información, sirva la paradoja.
Este año, siguiendo la tónica del pasado, y el anterior, y el otro, y el de más allá también, perdida entre correos, también me he olvidado del día de la foto.
Ojo al dato: este día, TODOS los niños y niñas de la clase de mis hijos, se dirigen a su escuela peinados, acicalados, con sus mejores vestimentas y una gran sonrisa postiza, para posar para la foto escolar del año. Ese día, un fotógrafo, con mucha paciencia, saca fotos de grupo de cada una de las clases, y de cada niño en particular. Uno a uno. Al cabo de unas semanas, los papás recibimos una hoja con una foto de nuestro hijo, y con ejemplos de las maravillas que se pueden ilustrar con dicha imagen extraordinaria: fotos, grandes o pequeñas, posalápices, llaveros, alfombrillas de ordenador, cojines.... todo puede encargarse a través de unos sencillos pasos informáticos, para que la família pueda disponer de un recuerdo extraordinario, como es el paso de tu hijo por una escuela americana (año a año con el mismo fondo verde detrás, dicho sea de paso).
Como mala madre, pues, la mañana del día de la foto, mis hijos se visten de manera informal, como cada día. Camiseta deportiva, de su equipo de fútbol preferido, pantalones deportivos, que con suerte no están rotos a la altura de las rodillas, y zapatillas deportivas. Con los dientes lavados, esos si, y, con mucha suerte, con el pelo limpio aunque seguramente no peinado.
Si, atrás quedan los días en que yo los vestía como muñequitos, y usaban camisas y tejanos.
Y, efectivamente, el día de la foto, mis hijos despeinados son los que sobresalen en la foto. No por los dientes, puesto que su sonrisa falsa se parece mogollón a la de sus compañeros, sino por la vestimenta diaria que su madre amantísima no les ha recordado que hoy, precisamente hoy, no tenían que usar.
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