Después de meses de preparación, finalmente llega el momento de la verdad. Mi mayor ha estado trabajando arduamente, muchos días después de clases, para dar forma, junto con sus compañeros, a un proyecto científico que, empezando de cero, se ha materializado a través de una estructura liviana capaz de soportar más de doscientos quilos de peso, de un interruptor adaptado a dicha estructura para accionar una bajada de un cartel, y de un guión para contar al público el proyecto, a través de una representación que cuenta uno de los males de nuestra sociedad.
Ha sido mucho trabajo de los muchachos, que han ideado la estructura y todo lo demás. Los mayores han participado como conseguidores del material que necesitaban los pequeños grandes científicos, o como proveedores de galletas, pero no por mucho más. Los niños, durante el tiempo que dura este programa, se convierten en amos de sus propias ideas, aprenden a compartirlas con los demás, a aceptar las de otros y a materializar un proyecto científico interesante.
El día de la puesta en escena real, el día de la verdad, los padres estamos contentos de ver a nuestro hijo participar en un programa de estas características. No va tan bien como se esperaba, dados los resultados de los ensayos de los días anteriores, pero esto no es motivo para decaer. Este año no han sido seleccionados para los estatales, con lo cual han perdido cualquier oportunidad para los campeonatos nacionales. Pero las horas de pensar, de crear, de compartir, de discutir, de cambiar, de idear... son infinitamente valiosas y gratificantes
Comentarios
Publicar un comentario