Ir al contenido principal

Experiencias en la costa oeste: 8. Antelope Canyon

Rojo. Rojo que te quiero rojo y tonos cromáticos en la gama de los calientes te rodean por doquier. Arriba, abajo, derecha, izquierda... todo a tu alrededor es de unos tonos rojizos, como si un mar de fuego te envolviera sin dañarte, sólo asombrando a tu alma con este arsenal de rojos y rojizos.
Decenas de personas, distribuidas en grupos de unas quince personas, vamos revoloteando a derecha e izquierda, intentando que nuestra cámara pueda captar la maravilla que tenemos delante de nuestros ojos. Más tarde, tranquilamente en el hotel, comprobaremos apesadumbrados que no es así. Y así, dentro de un mundo de rojos, dejamos que nuestros ojos persigan las ondulaciones de unas rocas que el agua ha transformado en maravilla. Nuestro guía, un simpático jovenzuelo, nos va guiando, tiene la paciencia de tirar fotos familiares, y nos acompaña tranquilamente pero sin pausa hasta el exterior, para que no seamos nosotros el grupo que encalle al siguiente, puesto que nos vamos sucediendo sin cesar. Y cerramos nuestra boca, que también ha quedado abierta por la orden de nuestro cerebro de contemplar tanta maravilla en tan pocos metros cuadrados. Ya está. Muchas fotos, muchas bocas abiertas, muchos adjetivos sinónimos de fantástico, y ya hemos visto el Antelope Canyon. Pocos metros cuadrados plagados de belleza natural.

Dato útil: se debe reservar esta visita por internet. Hay muchísima gente deseando hacerla, con lo cual, medio año antes de nuestro viaje, la reservamos pero ya tuvimos problemas para tener la hora que deseábamos. En función de la hora del día, el precio cambia, puesto que cuando el sol entra por las rendijas de luz, el espectáculo es avasallador, y en estas horas es más caro. También el precio encarece cuando quieres traer contigo un trípode para poder tener la foto perfecta, o sea que cuidadín.

Dato curioso: nos enamoramos del Antelope Canyon en New York, cuando al entrar en una galería de arte, vimos unas fotos de Peter Lik. Al principio, yo estaba convencida que la foto no eran rocas, si no unos manteles rojos ondeándose al son del viento. 





Comentarios

Entradas populares de este blog

De como el ratoncito conoció al elfo

"¡Mira, mamá!" me dice mi pequeño orgulloso, mostrándome una pequeña caja de plástico azul en forma de baúl. "¡El diente que se me movía se me ha caído durante la comida en el cole!". Pues veremos lo que te trae esta noche el Ratoncito Pérez. En casa, aunque en Massachusetts, intentamos mantener las tradiciones con las que hemos crecido mi marido y yo. En el caso de los dientes, a nuestros pequeños no los visita el hada de los dientes americana, la famosa Fairy Tooth . En nuestra casa aparece el Ratoncito Pérez, para traer algún pequeño regalito como intercambio del diente que descansa quietecito debajo de la almohada. Pero hoy mi pequeño me pide que yo misma hable con el Ratoncito Pérez y le pida un regalo inusual. "Mamá, yo quiero que el Ratoncito Pérez me traiga de regalo al Elf on the shelf ". ¿Cómo?¿Y ese quién es? Reconozco que lo he visto multitud de veces en multitud de tiendas por las que paseo para encontrar regalos innecesarios para gen...

Positivizando

He decidido publicar un listado de cosas que me gustan de Massachusetts.  Me encantaría saber si alguien comparte alguno de los puntos que ahora mismito menciono, dondequiera que sea el trocito de mundo donde vive. Y se me ha ocurrido lanzar la campaña "POSITIVÍZATE", para que todos contemos aspectos negativos de donde vivimos, pero en plan positivo. Seguro que encontramos muchas situaciones que en principio no son chulas, pero a las que conseguimos darle la vuelta y disfrutarlas. ¡Atrévete! Aquí van las mías: - En países calurosos, poco después de hacer la compra y ponerla en la parte de atrás del coche, debes correr para que los alimentos congelados (entiéndase pizzas, guisantes y helados) no se descongelen. Aquí en Massachusetts, con el frío que tenemos, después de la compra podría ir a dar una vuelta, recoger a los niños, irme al trabajo, pararme en un Starbucks y, al llegar a casa, la comida congelada continuaría estando congelada . Creo que esto es una p...

Luciérnagas humanas

En mi infancia, las luciérnagas que recuerdo estaban en un cuento ilustrado por Constanza. Una niña conduciendo (ahora la habrían detenido), tenía un accidente y su coche impactaba contra un árbol (ahora dirían que es sexista (y seguramente tendrían razón)). Con el impacto, las luces del coche quedaban hechas añicos, y la pobre niña lloraba, puesto que se había quedado a oscuras en mitad de un bosque (en los cuentos actuales, seguramente un zombi se la comería, pero por aquél entonces esos seres maravillosos que copan los libros políticamente correctos de mis hijos aún no existían). En cambio, quienes sí aparecían eran una pequeñas luciérnagas que, voluntariamente, se ponían dentro de las luces y le permitían llegar a casa sana y salva (ahora diríamos que eso es violencia animal). En mi juventud pude contemplar luciérnagas reales, pero no en muchas ocasiones. Recuerdo que las últimas las vi en Harlem, mientras regresábamos de un espectacular concierto. Ahora, lo que puedo contempl...