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Mystery Dinner

¿De qué se trata?

Cada año, todos los padres del cole donde van mis niños están invitados al Mystery dinner. Nosotros no teníamos ni idea de qué se trataba, pero nos dijeron que era una cena donde se conocía a gente, y decidimos ir por eso de la socialización (punto 4, 6 y 13 del Decálogo de la Madre expatriada).
La misma semana "in extremis" di con una canguro (aquí las llaman babysitter) de 14 años, muy educada, que se trajo su libro tostón y dejó su chaqueta medio colgando del sofá nada más llegar a casa para cuidar de mis churumbeles.
Y ahí estábamos, mi marido y yo, ataviados con nuestras mejores galas (un vestido oscuro con un collar de perlas (falsas) y unas botas negras, puesto que no me atreví con tacones), un poco de pintalabios y sin las uñas arregladas ni pintadas, dispuestos a socializar con quien se interpusiera en nuestro camino. Conduciendo entre la nieve, llegamos a la dirección que ponía en la tarjeta de invitación del Mystery dinner. Ya había otros coches mal aparcados al lado de los montículos de nieve que cubren las aceras, de los que salían parejas más o menos de nuestra edad, más o menos arregladas y más o menos predispuestas a entablar conversación
La dirección en cuestión se trataba de la casa de unos padres del cole. Allí nos reunimos todos los que acudimos al evento. En la entrada, te saludaban ofreciéndote una copa de Prosecco, y a medida que avanzabas por el salón y la cocina de la casa, ibas encontrando gente y comida por doquier. Me pareció que estaba viviendo mi primera fiesta a la americana, de esas que siempre salen en las películas de adolescentes que desfasan, pero doblando (y triplicando) la edad de éstos, y sin desfasar ni un centímetro. La gente estaba contenta, muchos ya se conocían de años anteriores, y las conversaciones eran animadas. Nosotros, sin dejar nuestra sonrisa de "Hola, soy nuevo, ¿quieres conocerme?", conseguimos finalmente hablar con un hombre de mediana edad y su pareja, super simpatiquísimos y que nos contaron que se casaban el mes que viene. Contamos que había como un centenar de personas allí reunidas. Los anfitriones eran muy amables y no paraban de sacar platos repletos de comida, que ponían sobre una de las muchas mesas que habían dispuesto por todo el piso. Al cabo de un rato, vimos una mesa con unos sobres. En uno de los sobres, había el nombre de mi marido y el mío. Al abrir el sobre, había un papel con la dirección de la casa donde iríamos a cenar. Vimos que todo el mundo cogía su sobrecito y se dirigía a su segundo destino de la noche. 
Nuestro segundo destino era la casa de otros padres que se habían también ofrecido a ser unos de los anfitriones (hosts) para unas cuantas parejas aquella noche. Si mal no recuerdo, me contaron que en total había unos 11 hosts, y todas las parejas reunidas en la primera casa nos repartimos en las casas de los otros hosts. Nos recibieron muy bien también en esta segunda casa. En el salón, habían dispuesto más comida para picar. Allí entablamos conversación con casi todos los allí reunidos. Primero hablando de la clase a la que iban nuestros hijos respectivos, luego de nuestras distintas nacionalidades, luego de la nieve... hasta que nos sentamos. A nosotros nos tocó al lado de una pareja enamorada de Barcelona. El hombre había pasado la mitad de su vida en la India y la otra mitad en América. Era culto, divertido y no daba importancia al sentimiento de pertenencia a uno u otro lugar. Consideraba que la gente y su visión se va adaptando a los cambios que hay en la vida, y es muy posible que una persona que piense una cosa determinada hoy, cambie de opinión llegado el momento debido a su experiencia mañana. Me encantó su visión, su energía y sus ganas de compartir. Delante de nosotros, una mujer de China preguntaba cosas sin cesar. Era muy agradable, le encantaba conocer y sus réplicas eran fenomenales. Había vivido en Beijing, Londres, Boston, Vancouver y ahora estaban de vuelta otra vez en Boston. Había dejado a su marido de babysitter, puesto que ella cuidaba todo el día a sus hijos y ahora quería ser ella la que socializara. Y así, entre bocado y bocado, entre copa y copa, nos conocimos todos un poco más, compartimos experiencias, inquietudes y ganas de reír y de pasarlo bien. Al cabo de un rato, alguien dijo que era hora de marchar al tercer destino: la casa del último anfitrión, donde se servirían los postres.
Marchamos, pues, a nuestra tercera casa de esa noche acompañados de una nieve cada vez más intensa y un frío más helado. Debo decir que aparcamos delante de una casa espectacular. Inmensa y preciosa. Entramos en ella y comprobamos que sólo la cocina ya era mayor que nuestra casa. En la enorme isla de mármol de la cocina, nos esperaba una montaña de helado con distintos toppings para aderezarlo a nuestro gusto. Cada invitado cogía su vasito de cartón y se servía él mismo, con todas las cosas que me tengo prohibidas en las comidas de lunes a viernes por su alto contenido en azúcar. Cada vez se iba llenando más la casa, las luces funcionaban a medio gas, la gente parecía muy contenta.
Nosotros nos fuimos pronto, no sin antes saludar a nuestros nuevos conocidos, no sin antes apuntarnos algún móbil de contacto, no sin antes saludar a alguna madre conocida de algún evento anterior. 
Debo decir que lo pasamos super bien. Todo estaba requetebién organizado, la gente estaba predispuesta a pasar un rato agradable, y nosotros ya estamos esperando ansiosos la próxima fecha de un evento similar. 
Al llegar a casa, los niños dormían plácidamente y me fui a la cama con una sonrisa en los labios.

Recomiendo totalmente este tipo de iniciativas. Sirven para socializar, para compartir diferentes puntos de vista, para pasar un rato divertido. Además, todos pagamos una contribución. Parte de ésta sirvió para pagar la comida que nos zampamos y la otra para recaudar fondos para material de la escuela. Es una iniciativa exportable y llena de...misterio.......;)



Comentarios

  1. Guau que interesante y divertido. Es una de las cosas que me gustan de vivir fuera la cantidad de gente interesante que puedes llegar a conocer.

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  2. Si, nos lo pasamos genial. Descubrir cómo piensan gente de todas partes del mundo es sensacional. Además, en un ambiente de mucha tolerancia.

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