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Adiós, merceditas, adiós

Me encantan las merceditas. Vamos, las bailarinas. Esos zapatitos tan femeninos, con punta redonda, totalmente planos y que parecen fabricados para pies frágiles y delicados, pies que no quieren tocar el suelo con su delicada piel, pies que flotan dentro de un envoltorio exclusivamente femenino y que hacen que parezcas más joven (dentro de tu cabeza, claro está).
No hay que decir que los tacones me vuelven loca. Mi abuela y mi madre han gastado lustros de su vida para convercerme que los zapatos con tacón te hacen más delgada, que estilizan tu figura, vamos. Con casi cuarenta añitos me convencieron, pobrecitas, exhaustas estaban ya después de tanto tiempo dándome la tabarra. Y ahora, con cuarenta años y pico, después de descubrir una de las verdades universales (preguntádselo a Sofia Vergara y os contestará que, evidentemente, los tacones estilizan la figura), va y nos mudamos a Massachusetts.
He aparcado mis merceditas y mis zapatos de tacón en un hueco del armario.
¿Por quéeeeee?¿Por quéeeeee?
Este invierno en Massachusetts ha sido de los más fríos que recuerda la gente de la zona (si, incluso mayores de setenta años no recuerdan un invierno más frío que este), con lo cual mis zapatos para salir a la calle han sido únicamente unas botas con pelo dentro (ni idea de si el pelo es de conejo, de cabra o de poliester) que me han protegido los dedos de los pies de quedar hipercongelados. Ahora que se acerca la primavera (pues parece que no, que aún no ha llegado, que está a la vuelta de la esquina desde hace demasiadas semanitas), mi calzado se ha transformado en calzado deportivo. Si, mi calzado primordial es deportivo, madre mía! Yo, que soy más patosa que un oso dando brincos, que cuando corro unos metros mi mejor amiga me confía por lo bajín que no tengo talento para correr, que no diviso la pelota de badmington aunque la tenga delante de la cara... yo, esa deportista nata, usa normalmente zapato deportivo. ¡Dios mío!¡No sé ni cómo contárselo a mi madre!¡Pobre mujer! Ahora que podía decir orgullosa a sus amigas que su hija, cumplidos los cuarenta, ya se maquilla (otro descubrimiento tardío) y va con tacones, no podrá enseñar las fotos que su hija le manda por whatsapp, puesto que se la ve siempre con zapatos deportivos.
¿Y por quéeee? vuelvo a preguntarme. Pues por comodidad, evidentmente.
Antes de llegar a Norteamérica, tenía calzado deportivo como fondo de armario, no fuera que por algún motivo tuviera que hacer alguna excursión imprevista que me cogiera desprevenida. Tenía unas deportivas blancas que no se me ensuciaban nunca (bueno, un poco de polvo del armario las ponía un poco sucias, pero con un drapito ya volvían a relucir) y daban luminosidad entre el resto de mis zapatos.
Ahora, aquí en Massachusetts, mis zapatillas de zumba de antaño son mis zapatos más usados. Debo reconocer que son comodísimas, que sobre el asfalto es lo más, y que estoy consiguiendo verlas femeninas en cuanto que son rosas y a mi este color ya me convierte en princesa. Y paseando voy, paseando vengo, caminando voy de aquí para allá.
Puedo decir y afirmo que mis hijos y yo llevamos el mismo tipo de calzado (Aún no sé cómo contárselo a mi madre para que la pobre mujer no se derrumbe). Y debo reconocer que con este calzado, la vida se pasa mejor.

Comentarios

  1. Creo tener la solución: Hay que inventar las "merceditas" con tacón y al mismo tiempo que sean "todo terreno" como los 4 x 4. Eso si, me quedo con el copyright de la idea... jeje.

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  2. Jeje... cuando las encuentres, envíamelas rapidito rapidito... no tienen precio;)))))))

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  3. Cómo te entiendo! Ser femenina y sobrevivir al frío o a ciudades enormes es muy complicado. Toda mi admiración a las que aún así consiguen llevar tacones, pero yo me je abonado en invierno a las UGG y ahora me he pasado a las zapatillas de deporte. No estaremos femeninas, pero oye, lo joven que te sientes 😝😝

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  4. Pues tu y yo estamos igual;) y debo reconocer que voy mucho más cómoda...

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