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Mostrando entradas de septiembre, 2019

Crucero gratis

Tengo por costumbre no descolgar el teléfono de números desconocidos, porque hay mucha publicidad que intenta venderte cualquier ganga a mitad de precio, pero hoy estaba desprevenida y he descolgado. Aquí va la transcripción traducida (versión mía sui generis , por supuesto): Voz de muchacha alegre y decidida: "Buenos días, le llamamos para informarle que acaba de ganar un crucero DE LUJO gratis para tres personas, con todos los gastos pagados. Lo único que necesitamos de usted a cambio es que hable bien de dicho crucero con sus familiares y amigos. Supongo que es una oferta que no querrá rechazar, ¿Verdad? Yo: No estoy interesada. Voz de muchacha alegre y decidida: ¡Perfecto! Pues déjeme darle la enhorabuena por su participación en esta maravilla. Voy a hacerle unas preguntas para ver si califica para dicho premio. Yo: Lo siento, no estoy interesada en este ni en ningún tipo de premio y.... Voz de muchacha alegre y decidida: Entienda que este es un premio ú

Diferencias reconciliables

Me encanta observar a la gente cuando estoy sentada en el autobús o en el metro. Y gracias a los teléfonos móviles que nos emperramos en mantener permanentemente en nuestro campo de visión, puedo asegurar que nadie se siente amenazado por el hecho de que yo lo analice visualmente. Me gusta comprobar que todos más o menos tenemos cara de dormidos a primera hora de la mañana, y de cansados por la tarde, después de la jornada laboral. Me gusta observar la cara de tontos que nos queda a la mayoría cuando observamos a un bebé de pocos meses acurrucado en su cochecito y vigilado de cerca por su orgullosa mamá. Y las caras de bobalicones de una pareja con más de cuarenta por barba, besuqueándose y totalmente ajenos a las miradas de sus vecinos de transporte. Y a la señora mayor que me mira bondadosa, mientras yo le devuelvo una mirada tímida y aparto la vista. Y a esa chica que no para de dibujar bocetos en su cuaderno y que se baja en la parada del College of Arts de Boston. Y la de aquel

I love your shoes

Era hace tiempo ya. Acabábamos de aterrizar en tierras americanas, y paseábamos medio despistados por las calles de una pequeña gran ciudad. De pronto, una mujer que también circulaba por la calle, pero en sentido contrario a nosotros, me mira a la cara, sonriente, y me dice: I like your shoes! Yo no supe qué contestarle y continué transitando por la calle. Pero para mis adentros pensé que qué quería esa mujer, porqué se dirigía a mi sin conocerme, y cómo osaba criticar, aunque fuera positivamente, alguna pieza de mi vestuario. Como el tiempo todo lo pone en su lugar, he aprendido a familiarizarme con este tipo de expresiones espontáneas. Una sonrisa mientras cruzo la calle, o un saludo cuando camino por unos de los pasillos de mi lugar de trabajo. Sin conocernos de nada. Siendo la primera vez que intercambiamos miradas. Una alusión positiva del día, del tiempo, del jersey que llevo puesto, o de los pendientes que he estrenado.  Los americanos son amables, afables diría yo, y,

Un ascensor de New York

Tres horas y media en coche separan las ciudades de Boston y New York. Aprovechando esta casuística, decidimos aprovechar las vacaciones del Labor Day para visitar la ciudad más famosa del mundo. Mansos como somos a los consejos de booking, para pasar un par de noches escogimos un pequeño hotel de una cadena hotelera importante, situado en Hell's kitchen, en la zona oeste de Manhattan. La habitación era pequeña pero correcta. Pero quiero hacer hincapié en lo que más me impresionó del edificio: ¡el ascensor! ¡Ríanse, señoras y señores, de la pequeña habitación de los hermanos Marx, donde gente en blanco y negro se apilaba uno encima de la otra en pocos metros cuadrados! ¡Olvídense de un coche pequeño donde cabían multitud de muchachos, estrujados como papel! ¡Síiiii! ¡El ascensor que nosotros teníamos en el centro de Manhattan (bueno, el único de los dos que funcionaba en el hotel), podía contener casi tanta gente como los habitantes de un pequeño país! ¡Y la aventu

El maravilloso mundo de las actividades extraescolares

¿Cómo puede una aburrirse cuando se trata de planificar las actividades extraescolares de los churumbeles en Massachusetts? Nada, nada, a organizar.  Veamos, uno quiere ser futbolista de los que chutan la pelota, cuando sea mayor, con lo cual es bueno que lo apunte a soccer. Busco los clubes cerca de casa y, ¡Oh, maravilla! Todos los espacios están ocupados, ¡Mi hijo no tiene ni un sitio libre para entrenar fútbol durante los meses de otoño! Desolada, le comento en voz bajita que he intentado apuntarlo a clases, pero como no lo he hecho en las fechas requeridas, no queda sitio libre.  "No pasa nada, mamá", me suelta mi gaznapiro preferido, a lo que yo proceso que su deseo de ser futbolista profesional está bajando en intensidad. Bueno, paso siguiente, el otro quiere entrenar de tiro al arco. El problema es que no hay clases en los alrededores, con lo cual, deberíamos desplazarnos en horas punta hacia el sud de Massachusetts, para asistir a una media hora de clase,