"¡Mira, mamá!" me dice mi pequeño orgulloso, mostrándome una pequeña caja de plástico azul en forma de baúl. "¡El diente que se me movía se me ha caído durante la comida en el cole!".
Pues veremos lo que te trae esta noche el Ratoncito Pérez. En casa, aunque en Massachusetts, intentamos mantener las tradiciones con las que hemos crecido mi marido y yo. En el caso de los dientes, a nuestros pequeños no los visita el hada de los dientes americana, la famosa Fairy Tooth. En nuestra casa aparece el Ratoncito Pérez, para traer algún pequeño regalito como intercambio del diente que descansa quietecito debajo de la almohada.
Pero hoy mi pequeño me pide que yo misma hable con el Ratoncito Pérez y le pida un regalo inusual.
"Mamá, yo quiero que el Ratoncito Pérez me traiga de regalo al Elf on the shelf".
¿Cómo?¿Y ese quién es? Reconozco que lo he visto multitud de veces en multitud de tiendas por las que paseo para encontrar regalos innecesarios para gente necesaria, pero nunca me había planteado quién era ese elfo tan famoso. Sé que mis amigos americanos han visto el teatro, o el musical sobre este elfo en cuestión. Y aún sabiendo todo esto, jamás me había planteado leer su historia ni saber más acerca de él. Consideraba que era otro más de la cantidad de muñecos con los que nos atiborran durante las fiestas navideñas.
Pero mi pequeño hizo, mediante la extracción espontánea de un molar, que me fijase en este elfo tan popular en América, por vez primera.
Y debo decir que el Ratoncito Pérez escuchó perfectamente el deseo de mi hijo, puesto que a la mañana siguiente, al lado de la almohada, había una cajita conteniendo al elfo en cuestión, que en realidad se llama "The Elf on the Shelf", junto con un cuento contando su historia.
Mi hijo y yo leímos atentamente el cuento, para saber de dónde venía y adónde iba este personajito entrañable.
Resulta que el elfo es un trabajador de Santa Claus. Hay cantidad de elfos, y a cada uno se le asigna una casa con niños durante las semanas anteriores a la Navidad. En estos días, el elfo observa a los niños para saber si se portan bien o mal, y cada noche, viaja hacia el Polo Norte para contarle a Santa lo que ha visto. Es Santa al final, quién decide los regalos que los niños deberán recibir, pero el elfo toma una parte muy importante en esta decisión, puesto que sus comentarios sobre la actitud de los niños harán que Santa tome una u otra decisión.
Así pues, el elfo vive en la casa de los niños durante un tiempo, para comprobar si se portan bien. Cada noche viaja al Polo Norte, para hablar de ellos con Santa. Y al regresar de madrugada a la casa de los niños, el elfo se sienta en un lugar diferente al de la noche anterior, para continuar viendo si los niños de la casa en cuestión son traviesos, o no.
Hay una norma: los niños no pueden tocar al elfo, o la magia desaparece y el pequeño ser no podrá volar hacia Santa. Y lo divertido es que cada mañana, al levantarse, los pequeños observan atónitos cómo el elfo ha cambiado de lugar. Si, son días en que los pequeñuelos de la casa deben portarse bien, puesto que saben de sobra que "The Elf on the Shelf" los vigila atentamente y va a contar a Santa cómo se han portado durante el día.
En nuestra casa ya tenemos este elfo, gracias a la intermediación del Ratoncito Pérez. Todo un mejunge cultural, no podía ser menos.
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