Desde que nos expatriamos, he descubierto valores que antes no teníamos, ni como familia ni como individuos. Mi marido, mis hijos y yo, al estar habituados a los cambios, ya no tenemos ese miedo, ese pavor que entra a la gente ante cualquier adversidad. Pues claro que cualquier nueva situación es un reto, pero esta circunstancia es vista como algo positivo, algo que te permite seguir adelante, no estar estático, abierto a nuevas experiencias. El cambio es positivo. El cambio es normal. El cambio es bueno. Y merece la pena vivirlo.
Uno de los cambios que hemos vivido ha sido la transformación de mi hijo mayor. De pequeño, paseando por la calle de nuestra antigua ciudad, cuando nos encontrábamos a alguien conocido, a él le faltaba tiempo para esconderse detrás de mi. No quería decir nada, ni hablar con nadie. Ni siquiera a su mejor amigo del colegio. A mi me costaba horrores que saludase a alguien. No quería hablar con nadie por la calle. Un día nos encontramos a su profesor, paseando con su familia. Mi hijo se guardó de ni abrir la boca, aunque su pobre profesor y yo intentásemos en balde a que hablara, a que dijera hola, a que dijera adiós... a que emitiera cualquier sonido, válgame dios! Nada de nada.
En la primera expatriación, el colegio era muy pequeño y los niños socializaban con los demás niños de todas las edades. Era normal ver a un chico mayor jugar con un niño pequeño, o una niña preadolescente mimando a un bebé que había venido a buscar a su hermanito en la escuela. Mi hijo mayor, aunque vergonzoso, iba socializando y familiarizándose con gente de todo el mundo, que hablaba en clase en inglés pero con sus mamás en una variedad de idiomas muy amplia. Hablaba con los mayores o con los pequeños, de igual a igual. La diferencia de edad no le importaba si encontraba a alguien con quien compartir sus ideas. Me quedé atónita la primera vez que lo vi hablando con desparpajo con un chico adolescente, con granos en la cara y que lo escuchaba atentamente.
Aquí en Boston, las cosas han continuado del mismo modo. Igual habla con los profesores, que con sus compañeros de clase, y me interrumpe cuando voy a buscarlo y me encuentra charlando con alguna mamá... para hablar con ella y contarle su última idea para un invento genial!
Si, de acuerdo, podeis decirme que el niño ha crecido y que ha perdido esa extrema timidez del principio. Puede que eso haya influido un poco en su cambio. Pero estoy totalmente segura que ese desparpajo a la hora de hablar con todo el mundo lo ha adquirido gracias a las diferentes situaciones que ha podido vivir. Ha comprobado que todos podemos hablar y escuchar, ha comprobado que las buenas ideas pueden provenir de gente de todo el mundo, ya sea mayor o pequeña.
Mi hijo mayor no es aquel niño tímido de provincias que no quería hablar con nadie. Mi hijo mayor es un niño que socializa con todo el mundo (a veces incluso creo que demasiado) y al que los mayores encuentran gracioso y los pequeños adorable. Su autoconfianza no ha sido innata (su hermano menor la tiene desde que lo parí, pero no es el caso de mi mayor), la ha adquirido durante nuestra expatriación.
Una mujer que conozco me comentaba, perpleja, al observar a mis niños, que sus hijos de pequeños eran muy retraídos y que nunca hablaban con nadie, muy al contrario de los míos, a los que a veces tengo que dar toques de atención para que se callen un poco y dejen tomar el tema de conversación a los mayores. Y me hincho de orgullo (y de miedo) al saber que mis niños se me están "espabilando" muy rápido.
Uno de los cambios que hemos vivido ha sido la transformación de mi hijo mayor. De pequeño, paseando por la calle de nuestra antigua ciudad, cuando nos encontrábamos a alguien conocido, a él le faltaba tiempo para esconderse detrás de mi. No quería decir nada, ni hablar con nadie. Ni siquiera a su mejor amigo del colegio. A mi me costaba horrores que saludase a alguien. No quería hablar con nadie por la calle. Un día nos encontramos a su profesor, paseando con su familia. Mi hijo se guardó de ni abrir la boca, aunque su pobre profesor y yo intentásemos en balde a que hablara, a que dijera hola, a que dijera adiós... a que emitiera cualquier sonido, válgame dios! Nada de nada.
En la primera expatriación, el colegio era muy pequeño y los niños socializaban con los demás niños de todas las edades. Era normal ver a un chico mayor jugar con un niño pequeño, o una niña preadolescente mimando a un bebé que había venido a buscar a su hermanito en la escuela. Mi hijo mayor, aunque vergonzoso, iba socializando y familiarizándose con gente de todo el mundo, que hablaba en clase en inglés pero con sus mamás en una variedad de idiomas muy amplia. Hablaba con los mayores o con los pequeños, de igual a igual. La diferencia de edad no le importaba si encontraba a alguien con quien compartir sus ideas. Me quedé atónita la primera vez que lo vi hablando con desparpajo con un chico adolescente, con granos en la cara y que lo escuchaba atentamente.
Aquí en Boston, las cosas han continuado del mismo modo. Igual habla con los profesores, que con sus compañeros de clase, y me interrumpe cuando voy a buscarlo y me encuentra charlando con alguna mamá... para hablar con ella y contarle su última idea para un invento genial!
Si, de acuerdo, podeis decirme que el niño ha crecido y que ha perdido esa extrema timidez del principio. Puede que eso haya influido un poco en su cambio. Pero estoy totalmente segura que ese desparpajo a la hora de hablar con todo el mundo lo ha adquirido gracias a las diferentes situaciones que ha podido vivir. Ha comprobado que todos podemos hablar y escuchar, ha comprobado que las buenas ideas pueden provenir de gente de todo el mundo, ya sea mayor o pequeña.
Una mujer que conozco me comentaba, perpleja, al observar a mis niños, que sus hijos de pequeños eran muy retraídos y que nunca hablaban con nadie, muy al contrario de los míos, a los que a veces tengo que dar toques de atención para que se callen un poco y dejen tomar el tema de conversación a los mayores. Y me hincho de orgullo (y de miedo) al saber que mis niños se me están "espabilando" muy rápido.
Hola! Primera vez que entro y conozco tu blog. Ha sido por Pequeños pinceles que ha escrito un post sobre expatriación y blogs al respecto y venía este.
ResponderEliminarEsto que cuentas ,estoy muy de acuerdo porque yo tengo dos hijos y también estoy pendiente de que sepan hablar en público . Al respecto de los cambios, ¡También considero que son buenos! Revulsivos ,y hacen que se incentive el ingenio.
Hola! Yo considero que los cambios siempre son positivos, siempre hay cosas que puedes aprender en cada uno de ellos. Y los niños siempre te sorprenden con sus ideas y razonamientos
ResponderEliminar