Una de las cosas más chulas de la expatriación es el hecho de conocer nueva gente.
Si, pues claro que echo de menos a mis amigos de toda la vida. Aunque gracias a las nuevas tecnologías aún estoy conectada con la mayoría, nuestras charlas son cortas y cada vez más espaciadas en el tiempo. Y es normal. Todos llevamos nuestro ritmo, nuestros horarios. A eso cabe sumarle que cuando yo me levanto ya es mediodía al otro lado del océano. Pero ellos saben que yo estoy y yo sé que ellos están.
Conocer a nueva gente es interesante, curioso y divertido.
Interesante porque descubres nuevas maneras de ver y de pensar, de actuar y de sentir. Viejas tradiciones para ellos, que están orgullosos de mostrarte, representan un aprendizaje para ti. Y lo vives con intensidad y agradecimiento.
Curioso por como te relacionas con unos y no con otros. Gente con la que conectas al instante y gente con la que te cuesta interactuar. Gente que sin mediar palabra sabes que te caen bien y con la que montas una comida con cualquier excusa para comprobar si tu instinto no te falla.
Divertido por las nuevas anécdotas que surgen, porque mezclas tu lengua materna con la lengua del país de acogida en la mayoría de frases y todos hacemos un esfuerzo por entendernos. Y porqué se abre un nuevo mundo desconocido hasta ahora de vivencias y anécdotas dignas de ser contadas.
Si, el colegio de los niños es nuestro punto para conectar con gente. Hemos conocido un montón de papás y mamás con situaciones familiares parecidas a las nuestras.
Es divertido, curioso e interesante también comprobar que los mejores amigos de tus churumbeles son los hijos de algunas de las parejas con las que conectamos. Y eso es fantástico.
Aquí en Massachusetts hay una mezcla de etnias impresionante. Supongo que las universidades de alrededor alimentan esta interculturalidad y el resultado es fascinante.
Desde que llegamos, he conocido a una mujer china que ha vivido en Beijing, Vancouver y Boston; un hombre indio que ha pasado la mitad de su vida en la India y la otra mitad en Boston; una abuela india con la que hablamos en el parque esperando a los niños mientras juegan (con más mímica y buena voluntad que inglés); una tatarabuela de noventa y tres años a quién le encanta cultivar las flores de su jardín; una pareja de neoyorquinos con los que compartimos gustos y aficiones; unos argentinos simpatiquísimos que cocinan como los ángeles; una bostoniana que ha vivido toda su vida en la zona; una croata que aterrizó aquí por amor, una abuelita británica viuda de un holandés, con hijos y nietos americanos cien por cien; una mujer japonesa tímida y siempre con una sonrisa en los labios... a veces creo que Babel se erigió en este territorio. Aunque ahora, todos los habitantes estamos conectados por un idioma común, el inglés (ay, perdón, ¿debo decir americano?).
Y a cada persona que conozco, la saturo con preguntas. Me entusiasma saber qué motivo les ha traído aquí, si echan de menos la casa de su infancia, cuanto tiempo cuesta acostumbrarse a la nieve y cuanto tiempo nos lleva tener un inglés correcto (ya no digo perfecto, eh? que mi acento ya no me lo cura nadie).
Y ellos contestan. Y también preguntan. Porque la curiosidad está permitida y además es sana. Porque la curiosidad te permite entablar conversaciones que pueden alargarse hasta las tantas (aquí hasta las tantas son las siete de la tarde) y mediante las preguntas vas conociendo los entresijos de la vida de unos perfectos desconocidos al principio que, poco a poco, se van convirtiendo en tus amigos, tus vecinos, aquellos a quienes recurres cuando necesitas tomar un café, o celebrar una fecha señalada, o incluso en caso de adversidad.
Hacer nuevas amistades es algo fabuloso, me encanta!! Has conocido gente muy diversa y las experiencias que ello proporciona son impagables. Para vosotros y, más aún, para los peques. A mí me hace gracia que en nuestra comunidad de vecinos, que es muy pequeñita (sólo 5 pisos), hay españoles, un holandés, dos bosnios o eslovenos (apenas hablan y no tenemos muy claro de dónde son jeje) y un sudamericano. ¡Eso sí que es una pequeña Babel!
ResponderEliminarjajaaa, todos vivimos en Babel si queremos... o no. Yo creo que Babel está dentro de nuestra cabeza. Si no quieres relacionarte, tu Babel será grande y largo. Si deseas expresarte, incluso con signos tendrás victorias.
ResponderEliminarBesos;)
Bravo! Me han gustado mucho tus palabras, tienes toda la razón. Al final, todo está en nuestra mente.
ResponderEliminarBuen finde!
Besos
Igualmente;)
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