Pajama day, oséase, el día del pijama. En la escuela, mis hijos, junto con todos los compañeros de la clase, ganan "pajama days". O porqué han acabado una etapa, o porqué como equipo han realizado un sinfín de tareas adecuadas, o por... por lo que sea. El gran premio es ir vestidos a la escuela en pijama, con su peluche preferido, y listos para disfrutar de un día con pocas actividades académicas y muchas de lúdicas.
Hace poco, mi hijo pequeño tuvo un Pajama day. Y ni corto ni perezoso, se dirigió a la escuela en pijama, acarreando su peluche preferido dentro de la mochila. Al acabar el día, fuí a buscarlo para una visita que teníamos programada al médico. En el coche, le dije que se pusiera la ropa que le había traído.
"No, mamá, no quiero cambiarme."
Claro y simple.
Oséase, que nos dirigimos a Boston, mi hijo en pijama. Y no uno cualquiera. No uno de discreto, de colores apagados, no. ¡El de los dinosaurios!
¡Bendita moda americana inexistente!
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