Me considero afortunada. Considero que cualquiera que tenga una abuela con superpoderes debe sentirse afortunado. Y yo soy una de las personas que tienen una abuela con superpoderes. Lo supe enseguida, ya de muy pequeñita. Mi abuela era especial, puesto que:
- podía jugar con nosotras hasta las tantas, sin quejarse ni cansarse nunca;
- nos contaba cuentos y adivinanzas que captaban siempre nuestra atención, aunque los repitiera día si y día también;
- nos curaba nuestros males (ya sea un dolor de barriga o un rasguño), con agua de tomillo;
- nos alimentaba con comida sana, sin azúcares añadidos, y siempre era la comida más buena buenísima del mundo.
Así pues, con una abuela con superpoderes de superjuegos, supercuentacuentos, superdoctora y supernutricionista, yo no podía estar más orgullosa y feliz. Pensaba satisfecha que era afortunada de tener una abuela como la mía, superespecial.
Y llegaron mis niños, con lo cual mi madre se convirtió en abuela. En abuela sin superpoderes, pensaba yo. Hasta que mis hijos me contaron su devoción y admiración extrema por su abuela, que, al igual que la mía, disponía de una retahila de superpoderes, según mis hijos, eso si, interminables. Me contaron que su abuela:
- les cogía de la mano mientras se dormían, de manera que su sueño era plácido y profundo;
- les preparaba manjares exquisitos con los que disfrutaban cantidad;
- jugaba con ellos hasta la extenuación, sin importarle la hora o el tiempo;
- se reía a más no poder con sus ocurrencias, mientras ellos le tomaban un poco el pelo sabiendo que ella se lo permitía.
A los superpoderes de supervamosalacama, supercocinera, superjuguetona y superdivertida, su abuela, mi madre, tenía un superpoder muy muy especial:
la abuela de mis hijos ha conseguido que mis niños sientan devoción por ella, aunque la ven sólo durante el período vacacional, puesto que vivimos a lado y lado del océano. Mis hijos hablan contínuamente de mi madre, la echan muchísimo de menos y la defienden a ultranza, a sabiendas que no pueden pasar un tiempo significativo con ella. Eso si, que es un superpoder.
Si, a mis cuarenta y pico, descubro que mi madre es superpoderosa, puesto que ha conseguido que mis hijos la adoren a través de sus superpoderes. Cuando sea mayor, me encantaría poder ser, como mi abuela y mi madre, otra de las abuelas con superpoderes.
Ay las abuelas que son irremplazables!! Mi yaya falleció cuando tenía 11 años, fue duro pero su recuerdo permanece en mí y le agradezco todo lo que hizo por mí
ResponderEliminarMis dos abuelas eran superfantásticas. Aún tengo a una, pobrecita, pero ya no en las condiciones en la que la disfruté y disfrutaba conmigo. El tiempo vuela...
Eliminar